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La importancia de la familia en la formación del adolescente


“Mi hijo prefiere estar con sus amigos que con nosotros” Esta es una aseveración en la que varios de nosotros como padres de adolescentes podemos coincidir y que resulta a veces preocupante, ya que hay momentos en que parece que si no son los amigos, es la televisión o los videojuegos los que nos privan de la oportunidad de convivir con ellos.

¿Es parte del proceso de natural de crecimiento?, ¿es bueno que cada vez se vaya alargando la distancia entre los padres y los hijos conforme pasan los años?, ¿está bien que ya no convivan ni platiquen con nosotros y sólo lo hagan con sus amigos? Estas son preguntas que rondan nuestras mentes como padres y que nos hacen dudar de si será o no adecuado dejar que se alejen o si será mejor forzar en algún punto la convivencia con ellos.

Lo que es cierto es que para lograr un óptimo desarrollo, el ser humano tendrá que equilibrar sus diferentes esferas:

-La esfera física y emocional: mi cuerpo y mis emociones.

-La esfera mental: mis pensamientos, mis conocimientos.

-La esfera social: las personas que me rodean.

-La esfera espiritual: mi relación con mi creador.

Equilibrar las esferas quiere decir dar a cada una el tiempo adecuado para su desarrollo, pues las cuatro son igualmente importantes y si no se les da igual atención creceremos de manera inadecuada más en un área y menos en otra. No se puede decir que se es una persona equilibrada si todo mi tiempo lo dedico a desarrollar mi mente a través de los estudios y olvido dedicar una parte de mi tiempo diario al cuidado y desarrollo de mi cuerpo. La mente y las emociones también tienen que estar en equilibrio, no dejarnos llevar sólo por los sentimientos y poner algo de razonamiento en cada decisión que tomamos. Lo mismo sucede cuando hablamos de la esfera social y la espiritual, ambas debe estar en perfecto equilibrio dando el adecuado tiempo para estar en oración con mi Creador y en comunicación con las personas que me rodean.

Como padres recibimos la misión de acompañar y guiar a nuestros hijos para que logren un desarrollo armónico de todo su ser; de hecho en la familia es en donde el ser humano aprende a ser un ente social y en donde se le prepara para insertarse en el mundo, como lo dice la Encíclica Familiaris Consortio[1] “En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la «familia humana» y en la «familia de Dios», que es la Iglesia”.

Es también en la familia en donde a través del amor incondicional y cuidados de los padres, el niño y niña empiezan a desarrollar su esfera física y emocional como bien lo dice el documento de Amoris Laititia del Papa Francisco «Los niños, apenas nacidos, comienzan a recibir como don, junto a la comida y los cuidados, la confirmación de las cualidades espirituales del amor».[187]

Un padre que reza frente a sus hijos en momentos de problemas y dolor o bien una madre, que eleva en voz alta un “¡Gracias, Padre bueno!” en momentos de alegría, está a través de su ejemplo ayudando a su hijo a entenderse como un ser espiritual. Y finalmente los padres tenemos también como responsabilidad el dar o poner al alcance todo los recursos necesarios para que quienes se encuentran bajo nuestro cuidado, aprendan todos los conocimientos y habilidades que les permitan en un futuro poder insertarse en la vida laboral y enriquecer su entorno a través de sus pensamientos e ideas creativas.

Es por todas estas razones por las que la familia tiene un papel trascendental en la formación integral y equilibrada de los seres humanos, especialmente en los primeros años de su vida, pero indudablemente también serán de gran relevancia durante los años de la adolescencia en que nuestros hijos empiezan a tomar decisiones importantes que les preparan para la vida adulta. Los padres deberemos de ayudarles especialmente en esta etapa de sus vidas a equilibrar sus 4 esferas y dedicar a cada una de ellas atención especial pues es justo en esta edad en donde sus amigos y la aceptación social adquiere para ellos especial importancia. Es bueno que dediquen tiempo para estar con amigos pero igualmente importante dedicar tiempo para las demás áreas.

La familia deberá ser además de un espacio de formación un lugar en donde se sientan amados, plenos y felices; un lugar en donde ellos quieran estar más por deseo que por imposición.

Una buena idea para promover la convivencia familiar es buscar que al menos un día la semana, quizá el domingo, haya un espacio libre de distractores como celulares y televisión en los que se fomente el diálogo y la recreación. Los juegos de mesa son especialmente útiles pero cualquier actividad manual o paseo pueden ser también indicados. Al ser humano le gusta sentirse escuchado, sin ser juzgado, sin ser aleccionado, quizá por esto les gusta a veces más estar con sus amigos que con nosotros. La propuesta es que en este espacio dejes que tus hijos adolescentes hablen sobre sus intereses libremente y que nosotros como padres escuchemos con un genuino deseo de aprender más de ellos y sin afán de aleccionarlos. Procuremos que en esos espacios haya armonía y cordialidad pues al final eso es lo que hará que quieran estar en familia.

Quizá en un principio sólo logremos que sea una hora de convivencia pero eso es mejor que dejar que se quede enajenado frente a una pantalla ya sea en un videojuego o chateando con amigos.

Tenemos indudablemente una gran responsabilidad y un gran reto en nuestras manos pero al final no hay mayor dicha para un padre y una madre que ver a sus hijos crecer de manera armónica, plena y feliz, ¿Cierto?

[1] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA FAMILIARIS CONSORTIO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II AL EPISCOPADO


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