Señor, que te conozca y me conozca
Taller de desarrollo humano

“No hay personas de primera, de segunda o de tercera. La dignidad es de todos”.
Papa Francisco.
Objetivo:
Al concluir la sesión las participantes:
Tendrán las bases necesarias para iniciar el camino hacia el autoconocimiento y la autoestima.
Explicarán, con sus propias palabras, el significado de la autoestima, así como la manera de fortalecerla y fomentarla entre los miembros de su familia.
Revisión del compromiso
Comparte con el grupo tu experiencia personal.
¿Por qué crees que eres única y valiosa?
¿Con qué dificultades te enfrentaste al dedicar tiempo para la introspección y a la reflexión?
Partir de la experiencia y revivirla
Una mujer de gran valor
La isla de Kiniwata se encuentra entre las islas polinesias del Pacífico. En ese paradisiaco lugar vivía una joven llamada Sara, junto con su padre Sam Karú. Sus coterráneos la consideraban una mujer fea y tonta. Su padre le recordaba, todos los días que era poco valiosa.
En la isla se acostumbraba que cuando un joven pedía la mano de alguna dama en matrimonio, debía pagar a los padres de la misma, con vacas. El pago era directamente proporcional a la supuesta belleza y valía de la joven. Si una mujer era considerada excepcionalmente bella y virtuosa, los pretendientes pagaban cuatro o cinco vacas. Si la dama era “normal”, pagaban dos o tres. Sam Karú, todos los días, le decía a su hija que no valía nada y que nadie se casaría con ella o que sólo un milagro haría que algún joven pagara por ella una vaca. Sin embargo, Sarita tenía un buen corazón, pues no permitía que el rencor o el odio se anidaran en su alma. Trataba con amabilidad y cortesía a todo aquel que la insultaba e incluso, ayudaba a muchas personas, sin que éstas se lo pidieran.
Un día llegó a la isla un joven llamado Johny Lingo. Era admirado y querido por todas las personas de la región, ya que era inteligente y apuesto; hacía negocios en todas las islas y había acumulado una gran fortuna. También se le consideraba un hombre sabio, pues sabía descubrir la riqueza en lugares insospechados. En una ocasión. Johny se encontró con Sarita y quedó deslumbrado ante su presencia. Le encantaron el brillo de sus ojos y la bondad que descubría en los mismos. De inmediato se dedicó a indagar sobre ella y todos los días la miraba pasar… Un buen día tomó una decisión: fue a casa de Sam Karú para pedir su mano. Él soltó una carcajada y le preguntó si ya la había visto. Incluso le dijo que se la llevara, que no era necesario que le pagara nada. Ante la sorpresa de toda la comunidad, Jonhy ofreció ocho vacas por la joven. ¡Qué tonto! Exclamaban todos.
El joven pagó y se casó con la sorprendida Sara. Su intención era que, cuando las mujeres presumieran cuántas vacas habían pagado por ellas, Sarita contara con orgullo que por ella habían pagado más que por cualquier mujer en la historia de la región. El orgulloso recién casado se llevó a su esposa con él, en su barca. Pasaron los meses y nadie supo nada de la pareja, hasta que llegó el día en que la embarcación de Johny regresó a la isla. La noticia de su llegada se extendió rápidamente por todo el lugar. Todos querían saber qué había sucedido con el tonto que pagó ocho vacas por la mujer más fea de la isla. Se sorprendieron cuando lo vieron al lado de una hermosísima y elegante mujer. La pareja irradiaba felicidad. Sam Karú corrió e indignado le reclamó a Johny:
- ¿Dónde está mi hija? ¡Qué pronto la cambiaste y te olvidaste de ella!
- ¿Qué no me reconoces, padre? ¡Soy yo, Sarita, tu hija!
Johny exclamó con orgullo:
- Fui el único en la isla que descubrió el tesoro que Ud. tenía escondido en su casa. Soy muy afortunado de que ella me haya aceptado como su esposo.
Doctrina o contenido del tema
¿Qué sucedió con Sarita, la joven del relato? En la primera etapa de su vida, dio crédito a las palabras de su padre y de sus vecinos. Después, gracias a Johny Lingo se descubrió valiosa y bella; supo borrar toda la información negativa y errónea que había recibido anteriormente sobre sí misma. Fue entonces que se produjo un cambio significativo en su interior.
Vivimos en un mundo en el que se exalta la belleza física; nos imponen estereotipos de lo que supuestamente es bello. Desde pequeñas nos enseñan que belleza es sinónimo de cuerpo con delgadez extrema, medidas 90-60-90, tez blanca o bronceada por el sol, piel perfecta, ojos grandes y de preferencia, claros. Barbies, princesas Disney, actrices y modelos anoréxicas, todas ellas se nos presentan como modelos a seguir. Pero, ¿quién puede entrar en ese estereotipo?…
¿Es eso belleza? Curiosamente, mientras busco información referente al tema de la autoestima, encuentro muchos sitios de internet en los que se ha distorsionado el concepto: autoestima, en muchas ocasiones, se considera como sinónimo de cursos de maquillaje, métodos para adelgazar, moda, joyas, etc. De esta manera se propicia que consideremos que la autoestima es únicamente la belleza externa, acorde a lo impuesto y la buena presencia física: esta mentalidad le conviene mucho a los fabricantes de maquillajes, fajas modeladoras de la figura, cirujanos plásticos, en fin, a todos aquellos dedicados a la industria de la “belleza”. ¡Y cuántas mujeres se consideran poco valiosas por no aceptarse tal y como son!
Claro que es importante que cuidemos nuestra imagen física, que nos preocupemos por nuestra salud o que acudamos a la estética para cuidar nuestro corte de cabello. La autoestima tiene que ver también con la auto- aceptación. Querer, aceptar y cuidar nuestro cuerpo, el cual es templo del Espíritu Santo (I Cor 6,19).
La autoestima es un concepto mucho más amplio, es más que maquillajes y mascarillas: de acuerdo con el diccionario, la autoestima es la valoración positiva de uno mismo. En realidad, una de las misiones de cada ser humano es la de ir descubriendo, gradualmente, su propia valía, su propia grandeza. Reconocer que nuestra personalidad está compuesta por varias dimensiones:
La dimensión biológica: tenemos un cuerpo sexuado, con forma física, situado en el espacio y en el tiempo.
La dimensión psicológica, la cual está integrada por las áreas intelectual, volitiva y afectiva[1].
La dimensión espiritual: el ser humano lleva en sí mismo la semilla de la eternidad. Fuimos dotados de un alma espiritual: “El hombre: con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual. La "semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia" (GS 18,1; cf. 14,2), su alma, no puede tener origen más que en Dios[2].
La buena autoestima es uno de los pilares del desarrollo humano. Es por eso indispensable que todas trabajemos para fortalecerla. Es muy común que la autoestima se considere como sinónimo de soberbia. Muchas veces, por una humildad mal entendida, afirmamos que somos como gusanos de la tierra, que somos nada… En el otro extremo está la soberbia, que surge cuando nos creemos superiores a los demás o cuando pensamos que todas las cualidades que tenemos son por mérito propio. Una adecuada autoestima nos llevará a reconocer que:
Somos valiosas.
Tenemos cualidades únicas.
Todo lo bueno que tenemos, lo hemos recibido de Dios.
Busquemos el equilibrio. Siéntete orgullosa de todos tus logros, de tus cualidades, de tus metas. Así mismo, refuerza la autoestima de los que te rodean, especialmente la de tu familia: esposo, padres, hijos, hermanos…
Si identificas defectos o limitaciones en tu persona, establece una estrategia para superarlos. Que éstos no obstaculicen tu actuar.
Trata de identificar todo lo positivo que hay en ti y en las personas con las que convives diariamente. ¡Refuerza y reconoce las cualidades y virtudes propias y ajenas!
Encuentro con la Palabra de Dios
Nos ponemos de pie. IPe 1,18-19
“Pues Dios los ha rescatado a ustedes de la vida sin sentido que heredaron de sus antepasados; y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre de Cristo, que fue ofrecido como un cordero sin defecto, sin mancha”.
Mt 13, 45
“El Reino de los Cielos es semejante a un mercader que anda buscando perlas finas y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra”.
Silencio y reflexión. Reflexionemos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.
Confrontar nuestra realidad personal con la Palabra de Dios
Los participantes comentarán voluntariamente las reflexiones que hayan hecho en su encuentro con la Palabra de Dios y responderán a las siguientes preguntas:
¿Encuentras alguna relación entre ambas lecturas?
¿Sabías que el Reino de Dios se encuentra dentro de ti misma? ¿Y que en tu interior hay perlas preciosas, de gran valor para el Señor?
¿Cuál es tu valor, a los ojos de Dios?
Oración comunitaria
Quienes gusten harán en voz alta y voluntariamente la oración que Dios haga surgir en su corazón.
Compromiso
En tu libreta espiritual anotarás las cualidades y aspectos positivos de tu persona.
Pide a tus compañeras o familiares que anoten las cualidades que observan en ti.
Establece una estrategia para fortalecer tu autoestima y la de tu familia.
Oración y despedida
Salmo 139 (138), 1-18
Señor, tú me examinas y me conoces,
Sabes cuándo me siento o me levanto,
desde lejos comprendes mis pensamientos,
tú adviertes si camino o si descanso,
todas mis sendas te son conocidas.
No está aún la palabra en mi lengua,
y tú, Señor, ya la conoces.
Por todas partes me rodeas,
y tus manos me protegen.
Es un conocimiento misterioso que me supera,
una altura que no puedo alcanzar.
¿A dónde podré ir lejos de tu espíritu?
¿A dónde escaparé de tu presencia?
Si subo hasta los cielos, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.
Si vuelo sobre las alas de la aurora
y me instalo en el extremo del mar,
también allí me alcanzará tu mano
y me sostendrá tu derecha.
Aunque diga: Que la oscuridad me oculte
y la luz se haga noche en torno a mí,
para ti no es oscura la tiniebla
pues ante ti la noche brilla como el día.
Tú formaste mis entrañas,
me tejiste en el vientre de mi madre.
Te doy gracias porque eres sublime,
tus obras son prodigiosas.
Tú conoces lo profundo de mi ser,
nada mío te era desconocido
cuando yo me iba formando en lo oculto
y era tejido en las profundidades de la tierra.
Tus ojos contemplaban mis acciones,
todas ellas estaban escritas en tu libro
y los días que me asignaste antes de existir.
¡Oh Dios, qué profundos son tus proyectos.
Qué innumerables son todos juntos;
Si los cuento son más que la arena
Y aunque termine, aún me quedas tú!
[1] Posteriormente se profundizará más en ésta parte.
[2] Catecismo de la Iglesia Católica, no. 33.