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Matrimonio y básquetbol


El Básquetbol es un deporte completo. Requiere el desarrollo de destrezas y coordinación; implica trabajar en equipo. Produce un tremendo desarrollo aeróbico y fortalece los músculos de prácticamente todo el cuerpo. Además, puede ser increíblemente divertido. Por eso me llamó la atención la actitud de un compañero en la Preparatoria al que alguna vez invité a jugar. Era una “papa”. Trataba de botar el balón, pero se le escapaba. No atinó ni una canasta. Todo culminó cuando recibió un balonazo en pleno rostro.

¡Do da do juedo! (“yo ya no juego” lo que pasa es que quedó con la nariz hecha cisco) dijo, arrojando el balón al otro lado de la barda de la escuela, con la consecuencia de que algún “gandalla” que iba pasando se lo llevó a todo correr.

Total, un desastre. Lo curioso del caso es que después este amigo decía que el “Basquet” era una “una auténtica idiotez”.

Pero en una ocasión en que mi cuate despotricaba contra el Básquet, otro amigo, muy inteligente, lo corrigió.

  • Perdóname, pero el juego es genial, y millones de personas lo juegan; se divierten y obtienen mucho beneficio de él. El hecho de que tú no sepas jugarlo, no significa que el juego sea malo”.

Mi amigo sabio, dejó callado a mi compañero “maleta”. ¿Cuántas veces actuamos así? Si no somos capaces de hacer algo, lo descalificamos.

Pasado el tiempo, me he dado cuenta de que lo mismo le sucede a una gran cantidad de personas con el asunto del matrimonio. En efecto, he escuchado a muchas personas descalificar la institución matrimonial, incluyendo a “expertos” de esos que cada tanto tiempo nos regalan sus opiniones en programas radiales.

Recuerdo a una conductora radiofónica en particular, que hace uno o dos años invitó a un terapeuta –nada menos- a hablar de las relaciones de pareja. ¡Fue impresionante la cantidad de ideas absurdas que dijeron para tratar de hacernos creer que separarse o divorciarse es algo bueno, necesario y sano! Lo más curioso fue cuando la conductora se puso a hablar de sus ¡cuatro! ex parejas y de la “madurez” que demostraba al separarse de ellas, siempre según ella misma.

El terapeuta por su parte, en el más puro estilo de “si la contradigo, no me vuelve a invitar” le dio por su lado. Una de dos, o quería quedar bien con la conductora, o se trataba de un incompetente. El caso es que se dedicaron a descalificar el concepto del matrimonio; su tono era burlón y condescendiente. Dijeron que pretender formar una pareja de por vida era, imposible.

Me dieron unas ganas tremendas de decirles “Una cosa es que no sepan jugar el juego, y otra muy diferente, que sea imposible jugarlo”.

Jugar Básquetbol no es tan sencillo. Es necesario practicar, prepararse, entender las reglas, saber trabajar en equipo, esforzarse. Puede llegar a ser cansado. Pero cuando se juega bien, es excelente, y como dije, apasionante.

Lo mismo sucede con las relaciones de pareja. Hay que entender que hay reglas, que hay que desarrollar destrezas, tales como aprender a convivir, a ceder en ciertas cosas, negociar y portarse con madurez.

Requiere aprender a jugar bien el juego, pues. Lo que vemos sin embargo en esta época permisiva y orientada al placer, es a muchas personas que evaden el esfuerzo, que esperan que las cosas se les den fácilmente. Pero cuando descubren que tienen que esforzarse y aprender ¡culpan al juego!

No se les ocurre que a lo mejor son ellas las que no saben jugarlo.

La idea de vivir con una persona de por vida es muy avanzada. Tiene que ver con un muy alto nivel de desarrollo social y personal. El que dos personas decidan unirse de por vida implica un desarrollo y una madurez notables.

En efecto, cualquiera puede juntarse y separarse una y otra vez y andar con una y otra pareja. Eso es de lo más sencillo, por más que muchos quieran hacernos creer que se trata de un arte complicado. Quienes no saben (o no quieren) “jugar bien el juego” aducen mil razones para explicar su comportamiento:

-“Es lo natural”. Hablan de que a lo largo de la historia se ha dado por siglos la poligamia, que si los orientales, que si los ancestros. Hablan de su incapacidad de mantener una relación estable como si se tratara de un indicador de madurez. Lo que no entiendo es a qué se refieren con “madurez”:

  • Si ya no estás obteniendo del otro lo que te hace sentir bien entonces ¿para qué seguir? es el argumento.

Lo que éstas personas no ven o no quieren ver, es que el matrimonio no es un parque de diversiones o un casino, que sirve para “obtener” cosas.

El Papa Francisco, en su estilo siempre accesible y práctico, nos ha dado algunos consejos para fortalecer el matrimonio; por cierto, cuando la pareja está bien, la familia está bien y, por añadidura, también lo está la comunidad:

  • El amor es una realización, una realidad que crece y podemos decir, como ejemplo, que es como construir una casa. Y la casa se construye juntos, ¡no solos! Para vivir juntos para siempre es necesario que los cimientos del matrimonio estén asentados sobre roca firme.

  • No querrán construir su matrimonio sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios.

  • Para que un matrimonio sea feliz, no basta con que dure para siempre. La cantidad es tan importante como la calidad.

  • El matrimonio es un trabajo de todos los días, se puede decir que artesanal, un trabajo de orfebrería porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a la mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre al marido. Crecer también en humanidad, como hombre y mujer. Es un trabajo para siempre, pero que no hay que asustarse. Se puede construir día a día.

Un matrimonio estable puede ser complicado de llevar, pero sus frutos son fantásticos.

Es un gran juego…pero hay que aprender a jugarlo.


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