Día Internacional de la mujer
Se celebró en la Ciudad de México en 1975 la Conferencia Internacional de la Mujer convocada por las Naciones Unidas que antes había declarado el 8 de marzo de cada año el día de la Mujer. Asistieron, en aquel entonces por primera vez, 133 delegaciones de diferentes países y aproximadamente entre cinco mil o seis mil mujeres de todo el mundo.
Tuve la oportunidad de participar como delegada y guardo en mis recuerdos, con especial aprecio, el encuentro por primera vez, con mujeres de muchos países, credos y diferentes razas unidas con un mismo fin. Un recuerdo imborrable fue que nos dieron espacio para hacer uso de la palabra y presentar nuestro punto de vista. Había una larga fila de mujeres y me formé, pero noté que dos lugares antes de mí, estaba formada una monja vestida de blanco, con alpargatas viejas, muy baja de estatura, ya mayor y me pareció extraño, que en ese ambiente que se respiraba, en algunas delegadas un feminismo radical, estuviera una religiosa. Llegó ella a tomar la palabra y casi de inmediato se hizo un silencio profundo en todo el auditorio, impresionó a todos su autoridad para hablar sobre la mujer, su compromiso por los más pobres y necesitados, el respeto a nuestra dignidad y posibilidades de todas las mujeres para trabajar por alcanzar en el mundo la “Igualdad, Desarrollo y Paz” lema de la Asamblea. Después me acerqué a ella y me identifiqué como católica, ella me dio su nombre: Teresa de Calcuta, ahora Santa canonizada, cuarenta años después por S.S. Francisco en 2016.
Nuestro mundo necesita testigos, más que grandes oradores, ella era un testigo auténtico y frente a una cultura que valora a la mujer por su belleza, juventud, porte, ella no tenía ninguna de esos atributos. Lo que cautivaba en su persona era su forma de ser: una mujer con una meta clara y definida comprendía su misión de dar y comunicar vida sobre todo a los más necesitados y nada la detenía para que en la India y en todos los países, su Congregación de las Hermanas de la Caridad ayudaran a construir un mundo más humano.
Celebramos este año 2019 nuevamente el Día Internacional de la Mujer y sabemos que ha habido muchos avances en las políticas de los gobiernos en relación con la mujer en la educación, trabajo, participación política, salud, vivienda, planificación familiar y alimentación que fueron los ejes con los que se inició la primera Conferencia Internacional; pero todavía nos falta mucho por alcanzar.
La feminidad está abierta a la vida y defiende la vida, reconoce a todas las mujeres iguales y habla por aquellas que, nacidas o aún no nacidas, no tienen voz, pero necesitan quién defienda sus derechos. Las mujeres poseemos habilidades sociales innatas y que no son fruto de modelos culturales. Conocer esas habilidades es conveniente para desarrollarlas, como son: la intuición, la empatía, el amor al débil, pragmatismo, consenso, afectividad, expresividad emocional, capacidad de improvisación y otras que se acentúan con la maternidad y que para los hombres son inimaginables y por lo tanto no siempre comprendidas.
Aportar el genio femenino significa no entrar en disputa con lo masculino sino reconocer la complementariedad y reciprocidad. El varón necesita de la mujer y la mujer del varón, originalmente es el plan de Dios.
Ocupar puestos de poder para dar servicio
Una de las formas para poder superar las situaciones de injusticia que vivimos las mujeres es reconocer que es importante ocupar cargos de responsabilidad, no sólo en nuestra familia sino en nuestra comunidad, en la escuela de nuestros hijos, en la política.
Adquirir y ejercer poder público y político ha sido a lo largo de la historia y en diversas culturas, un derecho reservado a los hombres. Debemos tener interés de ocupar altos puestos de responsabilidad que podremos utilizar en servicio de los demás. El poder y el servicio nos permiten provocar cambios que beneficien a nuestra patria donde urge vivir la justicia social para todos.
Es indispensable que entendamos que el poder es algo bueno, no es malo ni vergonzoso. Es algo que permite corregir errores, evitar la dependencia y lograr cambios positivos para nuestra familia, la comunidad y el país. Debe la mujer proponerse ella misma para ocupar puestos de responsabilidad en su parroquia, en su comunidad, en la escuela de sus hijos, en los municipios y a nivel regional, nacional e internacional.
Para educar para la Paz y la Justicia es necesario practicar la justicia en nuestras relaciones personales y cultivar la paz personal. Descubrimos muchas mujeres que han sabido afrontar la injusticia con éxito en difíciles situaciones de explotación, de discriminación, de violencia y de guerra.
Celebremos el 8 de marzo con la convicción de que queremos y podemos, igual que Sta. Teresa de Calcuta, tener un compromiso que vaya más allá de nuestro bienestar personal y de nuestra familia. Nuestra misión no es de un día sino de toda nuestra vida.
Internacionalmente se reconoció su entrega cuando se le otorgó el Premio Nobel de la Paz en 1979, desde luego que recibió muchos otros reconocimientos. Como ella podemos dejar una huella de amor y entrega para cumplir con nuestro proyecto que aporte el genio femenino a nuestra cultura. El Papa Francisco dijo el día de su canonización: “La misericordia fue la Sal que dio valor a su trabajo, fue la luz que brilló en la oscuridad”. ¡Un abrazo y muchas felicidades!
Preguntas para reflexionar:
¿Conoces en tu comunidad a una mujer que ha destacado por su compromiso? ¿Cuáles son sus cualidades?
¿Qué has aportado tú con tu vida a tu familia, comunidad, México? Recuerda algunos logros