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A LAS MAESTRAS EN SU DÍA


“Un profesor trabaja para la eternidad:

nadie puede decir dónde acaba

su influencia”.

Henry Brooks Adams

Un nuevo inicio

Mayo, mes de las flores; la primavera embellecía los parques, avenidas y casas. Hermosas jacarandas recordaban que la naturaleza tiene sus ciclos, a veces duerme y a veces canta de alegría. En la escuela, la maestra Clarita reflexionaba sobre lo ocurrido en aquel ciclo escolar que estaba a punto de concluir y, al tiempo que revisaba los trabajos de sus niños, pensaba en cómo habían progresado en pocos meses. “Ya están a punto de ingresar a quinto de primaria, ya serán de los grandes de la escuela”.

Por la noche, Clarita acostumbraba a elaborar sus planeaciones, calificar exámenes y preparar el material didáctico para el día siguiente. Lo hacía así porque también era ama de casa y solo podía trabajar hasta que sus hijos estuvieran dormidos. Aquella noche anunciaba que sería larga, pues también debía hacer un reporte de evaluación de cada uno de sus alumnos. Mientras hacía anotaciones, observó un nombre en particular: Natalia Fernández Limón. A lo largo del ciclo escolar, la maestra se había encariñado de manera particular con aquella alumna. Al inicio del curso se dio cuenta de que el desempeño de la niña era muy bajo. Se trataba de una alumna tímida y poco sociable. Para evitar discriminaciones entre los alumnos de su grupo les había hecho saber que eran una gran familia en la que todos debían ayudarse. Trabajó para que Natalia transformara su autoimagen. Ella decía:

-Yo no puedo, soy niña de 6 en la calificación.

Clarita se dedicó a señalar los aciertos y las cualidades de Natalia: -No es verdad, tú puedes, eres muy valiosa y capaz.

En cierta ocasión la maestra preparó la ceremonia cívica con los chicos. Todos se sorprendieron cuando descubrieron que había elegido a Natalia como maestra de ceremonias: -Ella no puede, nunca la han puesto a hablar en el micrófono, decían los compañeros y hasta otras maestras. Al día siguiente la mamá de Natalia buscó a Clarita para preguntarle si era cierto lo que decía la niña.

- ¡Claro que sí! Natalia será la maestra de ceremonias.

- ¿Usted cree que lo logrará? Nunca la han elegido para participar en las ceremonias y dudo que pueda hacerlo.

La maestra le pidió que apoyara a su hija y confiara en ella. Así lo hizo. A Natalia le comentó: -No te habría elegido si realmente supiera que no puedes, no te preocupes, lo harás muy bien.

Llegó el día de la ceremonia. Para sorpresa de todos, Natalia estaba transformada. Con aplomo dirigió muy bien la ceremonia. Ese día descubrió que tenía talento para hablar frente al público. Fue tan grande la transformación de la niña que sus calificaciones mejoraron notablemente y ella se hizo más sociable y alegre.

Para la maestra fue satisfactorio hacer la evaluación: “Natalia Fernández Limón ha mejorado notablemente en todas las áreas. Es más sociable, se comunica de manera adecuada, tanto de manera oral como escrita y ha obtenido buenos resultados en sus evaluaciones”.

Al concluir el año escolar Natalia y sus papás llevaron un gran ramo de rosas a la maestra con una tarjeta que decía: -Nunca la olvidaremos, maestra. Usted ha impulsado a nuestra hija de manera maravillosa. Muchas gracias.

Pasaron los años. En una ocasión, al salir de la escuela, la maestra Clarita se encontró con la mamá de Natalia. A través de ella se enteró que su querida alumna estaba a punto de presentar su tesis de maestría; había estudiado la carrera de Biología y estaba aplicando para conseguir una beca en el extranjero y poder estudiar un doctorado: -Maestra, gracias, Natalia no la olvida. ¿Sabe lo que tiene en su escritorio? Una nota que Ud. le escribió hace años y que dice: “Lo único imposible es lo que no intentas”. Usted fue la primera que confió en ella. Usted me enseñó a confiar en ella y se lo agradezco”.

La maestra Clarita continuó su camino, dando gracias a Dios por haberla puesto en aquella hermosa labor.

¡Benditos maestros, benditas maestras!

Seguramente, al leer este relato, recordaste a aquella maestra o maestro que dejó huella en ti. Diariamente hay miles de docentes que se desviven haciendo su trabajo de la mejor manera posible. Maestras que, al igual que Clarita, son también amas de casa y madres o padres de familia que llevan a sus hogares exámenes para calificar, extensas planeaciones y material didáctico.

Hace poco leí una frase que me impactó: “Un avión es noticia hasta que se desploma”. Diariamente hay cientos de aviones surcando los cielos del mundo entero y nadie habla de ellos. Lo mismo ocurre con los maestros y maestras que diariamente realizan su trabajo con responsabilidad. No solemos agradecer o resaltar la labor de un buen docente.

¿Quieres apoyar a los maestros de tus hijos o nietos? Aquí te presento algunas ideas:

  • En el proceso educativo intervienen los alumnos, los docentes y los padres de familia. Son un equipo. Apoya a los maestros, ellos no son enemigos.

  • ¿Tienes dudas sobre algo que hizo o dijo el(la) maestro(a)? Pide una cita y habla con él (ella). Evita triangular y expresar tu desacuerdo con otras mamás; asertividad, ante todo.

Recuerda que el docente es también humano, tiene aciertos y también áreas de oportunidad en las que, al igual que tú, puede mejorar. Establece una buena comunicación con él. Esto redundará en un gran beneficio para tu hijo o hija.

¡Felicidades a todos los docentes en su día!


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