DÍA DE LOS MUERTOS, CELEBRACIÓN DE LA VIDA
“No acabarán mis flores, no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo, se reparten, se esparcen.
Aún cuando las flores se marchitan y amarillecen,
Serán llevadas allá, al interior de la casa
Del ave de plumas de oro”.
( Nezahualcóyotl)
Se inicia el penúltimo mes del año. Noviembre llega lleno de bellas tradiciones, algunas aún se conservan, entre ellas, el Día de Muertos; nuestro país es rico en costumbres, las fechas importantes son oportunidades valiosas para reconocer en ellas el profundo sentido de religiosidad de nuestros ancestros, factor importante, que sin duda contribuyó a la conquista religiosa de los que fueron responsables los primeros franciscanos llegados desde Flandes, por órdenes del Emperador Carlos V.
La forma de celebrar esta fecha varía según el lugar donde se establecieron los grupos indígenas, el entorno natural que los rodea, influye en la forma de recordar a sus seres queridos, La Isla de Janitzio, en Michoacán; la zona de la Huasteca, que abarca varios Estados de la República; Xochimilco, que reúne a varios pueblos, dentro de la Ciudad de México, son algunos ejemplos de cómo se vive esta tradición en nuestro país.
Uno de los Estados con mayor índice de pobreza y abandono es el Estado de Guerrero, desafortunadamente, atrapado en la violencia e ignorancia, vive en constante desasosiego, sometido al narcotráfico, lo que hace más difícil la existencia para los guerrerenses, muchos de ellos tienen que dejar sus tierras y su familia para buscar en otros sitios los recursos necesarios para el sostén de los suyos.
Una de las ex alumnas de la Maestría en Innovaciones Educativas, del Centro Universitario Anglo Español, pertenece a una comunidad de la Montaña Alta de Guerrero, platicando sobre esta festividad me compartió la forma en que esta región recuerda a sus difuntos.
- Mire, maestra, - me dice entusiasmada.
- La Fiesta de los Muertos inicia los últimos días de octubre, termina el 2 noviembre, -agrega- le llamamos Viko Ndi, que quiere decir Fiesta de los Muertos. Nuestros abuelos creían que la vida no termina con la muerte. Desde el pueblo de los muertos, las almas y los espíritus, Ñuu Ndii, vuelven para ayudar a los vivos, Ñuu Yivi, pueblo de la gente viva.
- Fíjese, todo comienza cuando las rezaderas, la Banda y algunos integrantes de la comunidad, van a traer a los difuntos. Al pie de la Montaña los principales velan, la noche del 29 de octubre, para darles la bienvenida, que llegan para comer.
- Los abuelos dicen, que un año apenas sería un día trascurrido. Luego, bajo el techo de una enramada está la cruz, a donde poco a poco van llegado los participantes, así nos pasamos la noche entre fogatas. A las tres de la mañana los rezos en Tu’ un savi, la tercera lengua indígena nacional, se hacen las peticiones, solicitan a Dios su protección y consuelo.
- El 28 ya están preparados los ayates y las nailas, repletas de comida, flores, velas, sahumerios; en mi familia se cree que el copal y la luz de las velas es el verdadero alimento de los difuntos. Todavía, al llegar al lugar, se acostumbra derramar en la tierra el refresco, el alcohol o el agua de pizarra y se vierte la comida. ¡Cómo ve!
Prosigue: - Al pie del camino se marca una línea, donde entre el humo del copal se difumina la división entre la vida y la muerte. La alegría del pueblo es grande, sus familiares están allí y los reciben como nos enseñaron a recibirlos.
- Cerca de mi comunidad, en las calles Hia Tanun o Metla, la gente se sienta junto a sus velas amarillas y blancas, esperan la procesión, junto a la Virgen de las Ánimas caminan. ¡No lo va a creer!, en medio de la lluvia, que dura poquito, la gente avanza, cree que la lluvia que cae cada año significa las lágrimas de alegría de las almas por su regreso. Luego cruzan los arcos naranjas hasta llagar a la Iglesia y dejar a la Virgen.
Sigo escuchando con interés: - Ya en la noche, la casa de los muertos brilla con la luz de las velas. Con las almas de los antepasados se comparten los alimentos y las bebidas. Termina fuera de la Iglesia donde se queman castillos. Mire, aquí en la Montaña, a la familia siempre se le ama, nunca se le olvida, no importa que ya no estén, se les recuerda, porque son las semillas que dieron fruto, gracias a los abuelos que descansan en la Montaña.
-Aquí, maestra, he aprendido, que la vida y la muerte, como todo, es un ciclo que debe agradecerse y conmemorarse, ése es el legado de los ancestros, que como mi comunidad Mé pháa, sigue vivo entre nosotros. Si quiere más información busque un reportaje de Tlachinollan en la red; ya existe un Centro de Derechos Humanos de la Montaña, que es una organización sin fines de lucro. - Su voz continúa emocionada.
Me despido verdaderamente sorprendida, pensando en la maravilla que hace la fe entre todos nosotros los mexicanos, en los rasgos que nos identifican como fieles creyentes; en ese Dios Omnipotente, que nos regala cada día la esperanza y el aliento para seguir adelante, a pesar de la adversidad, la incertidumbre; hacemos fiesta a los difuntos.
Para reflexionar:
● ¿De qué forma te gustaría que te recordaran tus descendientes?
● ¿Conoces la herencia que tus ancestros han dejado?
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