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¿DEJARÁ HUELLA EN TI?





El periodo cuaresmal es el momento favorable

para reconocer nuestra debilidad, acoger,

con revisión de vida, la gracia renovadora del

Sacramento de la Penitencia y

caminar con decisión hacia Cristo.

(S.S. Papa Benedicto XVI).


En nuestra sociedad actual se ha perdido de modo significativo el sentido de lo que es la Cuaresma, una etapa que el calendario litúrgico nos dice que se inicia el Miércoles de Ceniza y termina con el Jueves Santo.


Este tiempo litúrgico tan importante, pasa desapercibido para muchos católicos; hay quienes se limitan a ir a tomar ceniza y siguen su rutina diaria como cualquiera otra época del año pensando únicamente que lleguen los días santos, es decir, la Semana Santa, para descansar o irse de vacaciones.


Sin embargo, hay que tomar en serio lo que es la Cuaresma. Para recordarnos que es tiempo de penitencia y oración, en las celebraciones litúrgicas los ornamentos son de color morado y todas las ceremonias nos dicen que es un tiempo propicio para intensificar los esfuerzos para acercarnos más a Dios y quitar los obstáculos que nos separan de Él. La Cuaresma también es un tiempo que nos llama a la reflexión, a la oración, a valorar nuestro Bautismo y demás Sacramentos que nos llevarán, tal vez, a cambiar nuestra propia vida y analizar si nuestro seguimiento a Cristo y nuestro comportamiento con los demás es el propio de un católico, porque ya habremos contrastado nuestra manera de pensar y actuar a la luz de la Palabra de Dios.


El contenido de las lecturas de este Tiempo Cuaresmal nos hablan de conversión. Todos, jóvenes, adultos y personas mayores, todos, tenemos algo que corregir que nos aleja de Dios; pueden ser los odios, rencillas, soberbia, envidias, resentimientos, etc. a los cuales no les damos importancia y buscamos una justificación para seguir anidándolos en el corazón.


El Papa Benedicto XVI que murió diciendo únicamente dos palabras: “Señor, te amo”, hace tiempo escribió:


La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua.[1]


Muy frecuentemente oímos hablar de la “conversión” y pensamos que esa llamada es sólo para los grandes pecadores, los ateos, los alejados y que eso no está dirigido a quienes van a misa, comulgan, pertenecen a algún grupo parroquial, etc.; Pero el Catecismo de la Iglesia Católica (No. 1435) nos dice claramente lo siguiente:


La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, por el reconocimiento de nuestras faltas, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos… tomar la cruz de cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia.


También el Catecismo de la Iglesia, al hablar de la conversión, es muy claro al decirnos: El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo. La conversión es primeramente una obra de Dios que hace volver a él nuestros corazones. “Conviértenos Señor, y nos convertiremos” (Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo.[2]


Pero también podemos decir que la Cuaresma es un camino que tiene como final meditar sobre la Pasión y Muerte de nuestro Redentor, acompañar a María en la ausencia, en el silencio del Sábado Santo y estallar en júbilo por la Resurrección del Señor. Por eso, la Cuaresma también debe ser vivida en la alegría y en la esperanza.


Dentro del Tiempo Cuaresmal existen dos fiestas religiosas que están estrechamente vinculadas a la vida de Nuestro Señor, una de ellas es el 19 de marzo en la cual la Iglesia celebra a San José, ejemplo de humildad y de trabajo, pero especialmente de escucha al Señor; él, sin titubear obedeció a las voces celestiales que le confiaron la gran misión de cuidar a Jesús y María. Con ellos vivió la maravilla del Nacimiento del Niño Jesús, el homenaje de los Reyes de Oriente, los cantos de los ángeles y el calor de los pastores; pero también tuvo que resistir las amenazas de Herodes, huir desterrado en Egipto y volver a Nazaret para ver crecer en edad y sabiduría a Jesús.


La otra festividad que generalmente sólo en las iglesias se menciona, es el día 25 de marzo, fecha en la que se conmemora la Anunciación del Ángel a María, que sería la Madre Dios, su aceptación y el inicio de la historia de nuestra salvación.


San José y la Virgen María salen a nuestro encuentro, para mostrarnos que ellos estarán con nosotros en el camino Cuaresmal, si lo recorremos como la Iglesia nos lo propone.


Para reflexionar:

¿Qué acciones realizarás durante la Cuaresma para prepararte para la Pascua del Señor?

¿Cómo manifiestas tu amor a Jesús, que murió y resucitó por ti?

[1] S.S. Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2006. [2] Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1432.

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