¡Feliz Día del Padre!
Sean misericordiosos como su
Padre es misericordioso
Lc 6,36
¡Día del Padre! Es una fiesta muy especial que, en México se celebra el tercer domingo del mes de junio. Un día en el que mostramos nuestro amor y gratitud a nuestros padres y abuelos, por todos los bienes materiales y espirituales que hemos recibido de ellos.
El llamado a la santidad
Son muchos los valores que los padres de familia transmiten, a través de sus palabras, y sobre todo, de su buen ejemplo. Ellos tienen una misión trascendente, pues es a través de la imagen paterna que los hijos pueden conocer a Dios Padre. ¿Papás santos? ¡Claro que sí! ése es el llamado que el Señor dirige a todos los bautizados. El Papa Francisco, en su Encíclica Gaudete et exsultate dice: Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra (…) ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia (no.14).
Viene a mi mente un gran hombre, que se santificó a través de su vocación de casado: San Luis Martin (1823-1864) que fue recientemente canonizado por el SS. Francisco junto con su esposa, Santa Celia Guerin[1]. Este matrimonio fue un ejemplo de santidad: los dos asistían a Misa diariamente, tenían una profunda vida espiritual y participaban activamente en las labores apostólicas de la Iglesia. Tuvieron nueve hijos, de los cuales sobrevivieron cinco niñas: Paulina, María, Leonia, Celina y Teresa. Ésta última, la más pequeña de sus hijas, es la más conocida: Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia.
Cuando Teresita tenía apenas cuatro años, murió su mamá, lo que dejó en la niña una huella profunda. Eligió a su hermana Paulina como su segunda madre y puso toda su confianza en María y en Jesús, a quienes amaba profundamente. ¿Y cómo es que esa niña era, desde muy pequeña, una gran santa? Gracias al buen ejemplo y a la educación religiosa que le inculcaron sus padres.
Después de la muerte de su madre, la influencia de su papá fue decisiva. Él se dedicó a cuidar y a educar con gran amor a sus hijas. Santa Teresita escribió un libro autobiográfico: Historia de un alma, en el que, en varias ocasiones relata momentos y enseñanzas recibidas de su padre, mi querido rey, como le llamaba cariñosamente. No es difícil imaginar a aquel amable padre, arrodillado, enseñando a sus hijas a orar, a profundizar en las Sagradas Escrituras y a realizar su labor de apostolado.
La grandeza del hombre
Hace poco leí una frase que me gustó mucho [2]: Nunca es más grande el hombre que cuando está de rodillas. Y es verdad. ¡Qué gran ejemplo puede dar un padre de familia que se arrodilla ante Dios y ante la Santísima Virgen para orar! Cuando el niño es pequeño, visualiza a su papá como un héroe, como el más grande de todos los hombres; y si ve a ese gran héroe arrodillado, el niño descubre la grandeza de Dios, pensando: Si mi padre se arrodilla ante Dios, significa que Él es mucho más grande, es enorme. El papá que es misericordioso enseña a sus hijos cómo es el amor misericordioso de Dios.
Jesús nos enseña cómo es su Padre
No olvidemos celebrar también a Dios Padre, de quien proceden todas las cosas y para quien nosotros existimos (1Cor 8,6).
¿Cómo es Dios Padre? ¡Jesús, el buen maestro, ¡nos enseña cómo es Él!
Señor, muéstranos al Padre y nos basta, le dijo Felipe. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. (Jn 14,9). Si conocemos a Jesús, conocemos a Dios Padre.
Para reflexionar: Poner viñetas:
Si eres padre de familia, abuelo o tío: ¿qué puedes hacer para transmitir a tus hijos, nietos o sobrinos la imagen misericordiosa de Dios Padre?
¿Qué acciones puedes realizar para celebrar a Dios Padre durante toda tu vida?
Pentecostés
¡Ven, Espíritu Santo!
El Domingo 5 de junio la Iglesia Universal celebrará Pentecostés, día en que recordamos la venida del Espíritu Santo. Este día descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles; María, como Madre de la Iglesia, convoca e invita a la oración.
(Hch 1, 14: 2, 1-13).
Pentecostés se celebra a los 50 días de la Pascua, de ahí la palabra Pentecostés, que deriva del griego pentekostē (= 'cincuenta').
Creer en el Espíritu Santo es adorarlo como Dios, igual que al Padre y al Hijo. Creer que el Espíritu Santo viene a nuestro corazón para que, como hijos de Dios, conozcamos a nuestro Padre del Cielo. Movidos por el Espíritu Santo podemos cambiar la faz de la Tierra (Youcat, no. 113).
El Espíritu Santo me abre a Dios; me enseña a orar y me ayuda a estar disponible para los demás. El huésped silencioso de nuestra alma, así llama San Agustín al Espíritu Santo. Quien quiera percibirlo, debe hacer silencio. Con frecuencia este huésped habla bajito dentro de nosotros, por ejemplo, en la voz de nuestra conciencia o mediante otros impulsos internos y externos. (Youcat, no. 120). AF
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