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Vacaciones. VALORAR LA ALEGRÍA DE VIVIR

En el mes de julio se celebran, en casi todos los países del hemisferio norte, las anheladas vacaciones escolares y en algunos lugares también las laborales. Sin embargo, después de la pandemia y nuevos virus y conscientes de los grandes problemas mundiales y nacionales (invasión de Ucrania, tráfico de drogas y muerte de adictos y en nuestro México: polarización, violencia, feminicidios y sobre todo rezago educativo, entre otros problemas) nos preguntamos ¿habrá vacaciones?


Corresponde a cada persona, saber aprovechar ese tiempo de descanso que necesita. Poder convivir, observar y disfrutar la belleza de la naturaleza, revitalizar nuestro cuerpo, meditar y hacer oración, hacer un servicio a los más necesitados de nuestra familia o nuestra comunidad.

Durante las vacaciones generalmente queremos viajar y descubrir o visitar otros lugares, las familias salen de sus casas y se van a la playa, a visitar otras ciudades o pueblos interesantes y a otros países, de acuerdo a sus posibilidades económicas o simplemente conviven con amigos y descansan.


Diferencia entre recrearse o divertirse


No todos sabemos descansar o recrearnos sanamente sino que algunos optamos por una diversión desenfrenada y otros por no hacer nada y “flojear”. ¿Cuál es la diferencia entre diversión y recreación? La diversión te dispersa, te distrae, por ejemplo: ir a un antro con un grupo sin poder hablar por la música estridente o sentarse a chatear por internet con quien sea y olvidarte de tus problemas y responsabilidades reales, ir a una feria y subirse a los juegos y reírse mucho, etc.


La recreación como la palabra lo indica te re-crea o sea te fortalece, te anima, te renueva y generalmente te da alegría como puede ser: escuchar buena música, salir a caminar y tomar aire fresco, ir a tomar un café con tu grupo de amigos, ver una buena película, leer el libro de un reconocido autor, hacer meditación, hacer jardinería, tocar un instrumento musical y todas aquellas actividades que te renuevan.


Por lo tanto, las vacaciones deberían ser el tiempo para recuperar la alegría de vivir. El ser humano tiende a la felicidad y una de las fases de la felicidad es sin duda la alegría.


Queremos tener la sensación de alegría y felicidad, no de estar “divertidos” que es algo totalmente distinto. La diversión es algo exterior, estrepitoso, fugaz… En cambio, la alegría mana desde dentro, callada, con profundidad; es la hermana de la ecuanimidad porque una persona se alegra generalmente y sabe ser ecuánime.


Hace unos años, me comentaba una amiga con profunda tristeza “perdí la alegría de vivir” y al poco tiempo se le diagnosticó que tenía demencia senil, la cual le impedía recordar nada bello y bueno de su vida. Un verdadero drama.


Se ha de reconocer que la alegría debe buscarse conscientemente, pedir a Dios para poder irradiarla. La alegría existe independientemente de las horas felices o amargas, de los días de trabajos exitosos o de aquellos con grandes esfuerzos sin que notemos avances.


Queremos vivir la alegría cuyas raíces profundas residen en el cumplimiento del deber y no en buscar lo que nos satisface y resulta más grato, ya que estas actitudes reflejan egoísmo.


La persona que siembra esta alegría, cosecha tranquilidad de conciencia y aceptación generosa de la situación, sea cual fuere. Guarda también, respecto a todas las cosas, la relación debida. Lo que es bello lo percibe en su verdadero esplendor; lo duro y difícil, como prueba de su fortaleza y parte de la vida.

Si buscamos la verdadera “alegría de vivir” ¿cómo lograremos que no nos abandone? Seguramente ahuyentando a sus enemigos, que pueden ser:

• Críticas a los familiares y amistades, sin reconocer nada bueno en ellos. Envidia.

• Accesos frecuentes de mal humor y sentirse agredido cuando nos hacen una broma de buena fe. Susceptibilidad.

• Tratar de que todo gire alrededor de mi persona y usar frecuentemente la palabra “YO”, “me”, “mi” con las que reduzco el mundo a lo que soy o me interesa. Es el egoísmo o la egolatría.

• Deseo de controlar todo: lo que hacen mis familiares, las circunstancias, las decisiones de otros. La manipulación.

• Juzgar a todas las personas, aunque las conozcamos poco, por su modo de hablar, de vestir o clase social. Prejuicios.

• Tener amistades que no nos ayudan a superarnos, nos debilitan, los exigen y nos humillan. Dependencia.

• Leer frecuentemente noticias dramáticas: asesinatos, secuestros, etc. Morbosidad.


Hay que tomar en cuenta que el dolor, no es un obstáculo para ser feliz como mucha gente cree, pues nos da fuerza y hondura y sobre todo nos capacita para valorar la vida. La verdadera alegría es la que reconoce que somos obra del amor de Dios y que vemos en toda la naturaleza la maravilla que nos regaló y ponemos en Él toda nuestra confianza.


Queremos la verdadera alegría, la alegría física y espiritual; la alcanzada por la plena conciencia de que la vida es valiosa y que tiene momentos muy bellos y momentos difíciles de superar, que no desprecia el dolor, la alegría que bendice a Dios, como lo hace la creación cada amanecer y atardecer: “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra”. (Salmo 18)


Te deseo que no solo en vacaciones sino siempre le pidas a Dios la “alegría de vivir” para que seas luz y sal de la tierra que ayude a los demás a disfrutar la vida plenamente con confianza y esperanza.



Para reflexionar:

• ¿Cuáles problemas te han quitado la alegría de vivir?

• ¿Te reconoces que posees los problemas arriba mencionados? Cuáles: amistades tóxicas, egoísmo, envidia, etc.

• Describe a una persona que conozcas que tiene alegría de vivir

mariaeu.diaz@gmail.com Pedagoga y Expresidenta General de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas UMOFC

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