¿QUÉ NOS ENSEÑA LA SEMANA SANTA?
El cristiano que medite atentamente en la vida, Pasión y Muerte del Señor, encontrará allí en abundancia todo lo necesario para progresar en su vida espiritual, sin necesidad de buscar fuera de Jesús algo que le aprovece más.
(Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo. Siglo XIII)
su Madre, que le acompañó de lejos en el camino de la cruz; el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento… Todo ese ciclo se cierra en estes momentos para abrir uno nuevo (el Nuevo Testamento) que dará un nuevo sentido a la existencia humana, a la imagen de Dios, al dolor, al perdón, a la entrega por los demás.
Ningún otro momento del calendario litúrgico católico es tan rico de contenido espiritual y humano. Los santos, los teólogos, los obispos y papas, a lo largo de sus escritos y predicaciones, han tapizado de reflexiones los diversos acontecimientos de la Semana Santa como ningún otro.
El amor de Dios al hombre
San Juan Evangelista da un marco perfecto para entender la Semana Santa con una frase que plasmó en su Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. (Jn 3,16)
Los trágicos acontecimientos de la pasión y muerte de Cristo, no son una desgracia que arrastró ineludiblemente a Jesús y los suyos… fue una decisión de Dios mismo que contó con la aceptación de Jesucristo. Fueron fruto de un acto libre y consciente, muy difícil de aceptar pero que contó con la aprobación de Jesús.
Y todo se enmarca en el contexto del amor. Todo fue un acto de amor de Dios a la especie humana, con tal de liberarla del pecado y darle una dignidad mayor.
Este es un cambio cultural enorme si tenemos en cuenta que, en la cultura politeísta antigua, salvo rarísimas excepciones, los dioses no servían a los humanos, sino que, por el contrario, se servían de ellos para su mayor gloria.
Era indigno de un dios o una diosa preocuparse por cosas tan insignificantes como los asuntos humanos. Si un dios o diosa favorecía a alguien, lo hacía siempre por su propia satisfacción y nunca por interés hacia las cosas humanas.
Los acontecimientos de la Semana Santa (pasión, muerte y resurrección de Cristo) nos vienen a decir, por el contrario, que Dios sí se interesa por su creatura… y no solo, sino que también la ama al punto de entregar lo más preciado con tal de redimirla: Su Hijo mismo.
Un nuevo sentido al dolor
En la antigüedad, previo a la llegada del cristianismo, los pensadores reflexionaron abundantemente sobre el dolor humano por medio de la literatura grecolatina. Autores diversos, como Homero, Sófocles, Aristóteles y otros, hasta Virgilio, Horacio y Séneca entre innumerables autores más, afrontaron este tema tan delicado.
En general, la cultura precristiana, llegó a la conclusión de que el dolor era inevitable, formaba parte de la naturaleza humana y debíamos admitirlo y conformarnos con él. El dolor no era deseable, pero era imposible eludirlo. Séneca decía: “Ducunt volentem fata, nolentem trahunt” (“El destino guía a quien lo acepta, pero a quien se le resiste, lo arrastra”) para dar a entender que era imposible huir del destino y si el destino marcaba que sufriéramos, era imposible huir de él. Todas las historias de la literatura antigua están plasmadas de estas ideas. Por eso, los filósofos estoicos decían “Sustine et abstine” (“Aguanta y abstente”) como clave para no aumentar el dolor.
Cristo le da un sentido nuevo al dolor. El dolor es también redentor. El dolor no es algo malo que solo se debe soportar, sino una realidad que forma parte de la naturaleza humana, pero con la diferencia de que puede también ser “algo bueno” (algo que redime, que nos permite alcanzar bendiciones, que nos permite rescatar almas del purgatorio o beneficiar a causas espirituales si se ofrece con fe a Dios). Si uno ofrece su dolor a Dios por alguna intención, ese dolor será tomado por Dios como una oración. Es lo que hizo Cristo al sufrir tanto dolor por nuestra salvación.
La Semana Santa transformó nuestra manera de ver la vida y la realidad que nos rodea. Por eso es muy importante que vivamos cada uno de estos días desde la fe y la vida.
Para reflexionar:
• ¿Qué te dicen a ti los hechos de la Semana Santa? ¿Meditas en ellos?
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