Tú decides cómo es tu vida
“Si te preocupa caerte de la bicicleta,
nunca te subirás. Así es la vida. ¡Vivamos!”
Hace unos días, encontré una frase que publicó uno de mis amigos en las redes sociales: Si te preocupa caerte de la bicicleta, nunca te subirás. Así es la vida. ¡Vivamos! Para ser sincera, encuentro muy interesante esta idea, porque me parece que ilustra dos posturas que podemos tener ante la vida, pero sin definirlas realmente, porque pareciera que deja a la persona el derecho a decidirse por cualquiera, pues cada uno es libre y responsable sobre su vida.
La frase nos plantea que en la vida se nos pueden presentar oportunidades, en este caso, la de andar en bicicleta. Se puede concluir que es algo que nos interesa o deseamos porque, si no fuera así, no vendrían al caso sentir preocupación por el pensamiento de que podemos caer si nos subimos. Por lo tanto, podemos elegir vivir la experiencia que queremos y optamos por subir, aun con el riesgo de caernos, o, por miedo, decidimos evitar el sufrimiento inherente a caernos y nunca nos subimos.
Algunos estarán de acuerdo con la segunda opción, es decir, si para librarme del sufrimiento de caerme debo evitar subirme a la bicicleta, decidiré no subirme. Y así van viviendo su vida. Sin embargo, pocos o casi nadie se percata de que no solo sufren aun intentando evitar decisiones o acciones para no sentir dolor, sino que el costo por vivir así es mayor. Me explicaré con un ejemplo.
Pedro[1] es un joven que ha sufrido toda su vida de “miedos”. Su novia ya desea formalizar y formar una familia, pero él le da largas por temor a casarse porque, ¿qué tal si no funciona? y miedo a tener hijos porque ¿qué tal si soy un mal papá? o ¿qué tal si con un hijo mi vida se vuelve miserable?
Él tiene miedo a perder a su novia, pero también teme dar estos pasos. Cuando le pregunto sobre qué quiere, solo responde: sé que no la quiero perder y he pensado que sí me gustaría tener hijos, pero no sé cuándo. Solo sé que la única forma en que había podido lidiar con el sufrimiento de tomar una decisión, como todo en mi vida, había sido evadiendo el tema. Pero ahora que mi novia lo sacó, sufro nuevamente.
No pocas personas caen en esa trampa de la evitación. Creen que si eluden decidir o actuar, impedirán tener en su presente temas que los harán sufrir y, por lo tanto, preferirían que desaparecieran. En el caso de Pedro equivaldría a que su matrimonio no funcionara y preferiría no haberse casado o tener un hijo, que le hace sentir mal padre o miserable, y preferiría no haberlo tenido.
Sin embargo, no se dan cuenta que esta postura también los hace sufrir, pero el costo es mayor, porque sufren por no tener lo que desean y, por otro lado, se pierden de la satisfacción y de la felicidad de tener eso que desean.
Reflexionando con el tema de Pedro, él se ha dado cuenta de que claro que ha pensado en casarse con su novia, porque es con quien quiere compartir su vida y también quiere tener hijos, pero que le preocupa y atemoriza la posibilidad de ser mal papá, porque ¿para qué preocuparse por algo que no desea en su vida? Sin embargo, tiene miedo a sufrir en estas realidades y esto le frena a optar por vivirlas.
Por otro lado, Pedro no se había dado cuenta de que hay un sufrimiento que no había querido hacer consciente: el dolor por no tener la familia que quiere tener en su vida y la felicidad que se está perdiendo por no tenerla.
El sufrimiento es inherente a la naturaleza humana, porque es inevitable: sufrimos por enfermedades, por necesidades, por pérdidas, etc. Además, como cualquier emoción, el sufrimiento tiene una función, nos dice algo. En el caso de Pedro, si llega a experimentar algún tipo de sufrimiento en el matrimonio, no querría decir que es un fracaso, sino que este dolor le estaría indicando que necesita hacer algo diferente, cambiar algo para que la relación mejore. Si no hubiera malestar, ¿cómo crecerían como pareja? Lo mismo pasa en el tema de los hijos.
Por lo tanto, podemos elegir experimentar lo que deseamos vivir, aún con el sufrimiento implícito que implica esto o evitar sufrir, pero sufriendo más porque no tenemos eso que queremos o anhelamos en nuestra vida.
Mi amigo termina de manera sabia la frase: Así es la vida. Nos deja claro que nos podemos caer, sufrir y esto nos da miedo. ¡Se vale sentir miedo! Pero depende de cada uno optar por evitarlo y, por lo tanto, dejar de vivir o decidir vivir, buscar lo que nos hace felices, aunque sintamos miedo a sufrir en nuestra vida.
Por eso se queda la invitación abierta: ¡Vivamos! ¡Hazte responsable de tu vida, porque tú y solo tú decides como es y será!
Como padres de familia podemos enseñar a nuestros hijos a luchar por sus sueños; a esforzarse y aceptar los sacrificios que implican ir tras una meta y motivarlos a perseverar y a disfrutar de sus logros.
Reflexiona:
• ¿Sabes lo que quieres en tu vida? ¿Lo tienes o por miedo o por no querer sufrir no lo has buscado?
• ¿Cómo motivas a tus seres queridos a perseverar para alcanzar sus sueños?
[1] Nombre ficticio para proteger la identidad de la persona.
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