EL PADRE EN LA CULTURA CRISTIANA
Honra a tu padre y a tu madre
-que es el primer mandamiento con promesa-
para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra.
(Efesios 6, 2-3)
El Padre en la cultura de la Roma antigua
En la antigua Roma, la figura del “Padre” era de tipo autoritario. El Pater-familias era un personaje dotado de gran poder en el seno de la familia y no estaba obligado a “aceptar” bajo su tutela a un miembro nuevo de la familia (un niño recién nacido). Él decidía “si convenía o no” aceptar a un niño recién nacido en su entorno familiar.
La sociedad romana era estrictamente patriarcal y por ello, el Pater-familias era no solo alguien con autoridad sino, prácticamente una especie de dueño de la vida y destino de sus hijos e hijas e incluso de quienes se integraban a la familia (como las esposas de sus hijos y hasta sus nietos, hasta que muriera y el hijo se convirtiera en Pater-familias también él). El Pater-familias protegía a los suyos, los proveía y alimentaba, pero ciertamente, una figura paterna de esa naturaleza, no era tierna y bondadosa. El padre en la cultura romana era alguien a quien se debía obedecer y respetar, pero difícilmente se le podía amar.
El Padre en el judaísmo
En hebreo, “padre” se dice “Ab” y los niños pequeños, cuando pronunciaban esta palabra, la alargaban involuntariamente y terminaban diciendo “Abbá”. Abbá equivaldría a lo que para nosotros significa “papito”.
Entre los judíos, la visión del padre era muy distinta a la romana. Israel también era una sociedad patriarcal, pues el eje de la vida social lo marcaban las relaciones entre varones, pero había una gran diferencia en cuanto a la visión del padre entre la de los judíos y la cultura romana. Para los judíos, el padre era alguien con una gran autoridad, pero al mismo tiempo, se presentaba como alguien tierno, cariñoso, cercano a sus hijos. Para los judíos, el mostrarse tierno no era sinónimo de debilidad, como sí sucedía entre los romanos La paternidad era también un don de Dios, una bendición y por ello, los padres judíos no podían decidir si un hijo formaría parte de la familia o no, como entre los romanos, pues para los hebreos, los hijos eran dones de Dios y mientras más hijos se tuvieran, más bendiciones se recibían por parte de Yahvé.
Cristo y su visión novedosa de Dios
Cuando Cristo irrumpe en escena, traía un mensaje totalmente novedoso en el que contrastaba con muchas de las ideas que se encontraban como realidades aceptadas en la cultura judía. Una de esas ideas novedosas y que chocaban con clichés culturales judíos era concebir a Dios como un “Padre”.
Para el judío, en general, Dios, Yahvé, era el Ser supremo, todopoderoso, omnisciente y omnipresente. De ninguna manera podía hablarse de Él de forma superficial, de hecho, los judíos tenían prohibido pronunciar su nombre (todavía hoy, los judíos, no pronuncian el nombre de Dios) tanto así fue, que, con el tiempo, se olvidó la pronunciación de las cuatro letras “YAHW” con que se escribía el nombre de Dios que hoy, en español solemos decir como “Yahvé” o variantes parecidas.
El sólo hecho de “ver a Dios”, podía provocar la muerte.
Cuando Jesús comparó a Dios, (ese Ser lejano, terrible, poderoso) con un “Padre” cambió por completo la visión de Dios, lo presentó como un ser cercano, tierno, bondadoso, preocupado de las cosas humanas (más cercano a la visión de “Ab” que se tenía en el judaísmo).
Esto fue visto por algunos judíos como un atrevimiento por parte de Jesús (que se igualaba a Dios); en la visión hebrea, poner a Dios al nivel de un padre no era algo bueno sino un modo muy equivocado de hablar sobre Él. Pero Jesús no sólo insistía en presentar (y considerar) a Dios como un padre de todos que se preocupa por sus hijos, sino que, incluso, en privado lo llamaba Abbá (papito).
Para quienes creemos en la divinidad de Jesús y su filiación divina, nos parece ya totalmente natural el hecho de que Jesús se hiciera llamar hijo de Dios, pues fue engendrado por Dios siendo Dios también Él (Segunda Persona de la Trinidad), lo verdaderamente impresionante, es que nos haya querido hacer partícipes a todos nosotros de esa misma filiación.
Cristo nos presenta un rostro amable de Dios. La oración más importante de Jesús y que más trascendencia tuvo, fue el Padrenuestro, en el que se nos habla de alguien cercano que puede proveernos y librarnos del mal.
Visión cristiana del Padre
Con el tiempo, el cristianismo contribuyó a formar una concepción del padre integradora, tanto de la visión romana como judía; en ella, sin quitarle autoridad y las atribuciones que el Derecho Romano reconocía en el padre, se añadieron los aspectos de ternura y bondad que se manifestaban en la cultura judía.
El padre, en la visión ideal cristiana, es alguien que tiene autoridad, provee y protege, toma decisiones sobre los hijos (el tipo de escuela o educación que recibirán) pero al mismo tiempo es tierno, cariñoso, cercano, juguetón.
Por supuesto que el tipo de padre que cada uno tengamos o hayamos tenido (o decidamos ser) varía de persona a persona.
Hay quienes no pueden ver a Dios como un “padre” porque no tuvieron uno o tuvieron uno que fue cruel o un mal hombre. Sin embargo, la idea no es que hayamos tenido un Padre amoroso y perfecto para poder compararlo con Dios, pues la experiencia que tengamos de Dios es totalmente personal y en este sentido, si no hemos tenido un padre bondadoso, sí podemos afirmar que Dios quiere ser ese Padre amoroso y cercano que no tuvimos o uno mejor del que sí tuvimos por muy bueno que haya sido.
Para reflexionar:
● ¿Al hacer oración hablas con Dios con cariño?
● ¿Cómo enseñas a tus hijos que hagan oración a Dios?
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