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¿Por qué celebramos la Navidad?


Desde la más remota antigüedad los pueblos acostumbraban conmemorar los cambios ocurridos en la naturaleza, como el solsticio de invierno, las fases de la luna, el nacimiento del niño sol o las transformaciones ocurridas por las estaciones del año. Los celtas, 1100 años antes de Cristo, celebraban el fin del invierno quemando el tronco de un árbol cuyas ramas habían sido adornadas con manzanas y piñas que representaban la fertilidad y la vida después de la muerte. Los germanos y los escandinavos adornaban sus casas con campanas con el propósito de que su sonido alejara a los malos espíritus.

Al llegar la era cristiana, los cristianos de los distintos pueblos, inspirados en sus viejas tradiciones, mezclaron en ellas las nuevas vivencias del cristianismo y así se fue extendiendo la práctica de conmemorar el nacimiento de Jesús con el nacimiento del niño sol y al mismo tiempo la trasformación del árbol de la vida y la fertilidad en el árbol de Navidad.

La tradición de poner “el Nacimiento” en nuestra Patria fue traída por los misioneros españoles y fue un medio muy eficaz para establecer el cristianismo. La costumbre del árbol de Navidad es más reciente. Nos enriquece adquirir nuevas costumbres, pero siempre que tengamos cuidado de no perder las que han sido nuestras. Es muy importante que, en todas las familias, poner el Nacimiento sea al centro de las fiestas de Navidad y que cada uno de sus miembros, especialmente los niños, colaboren en esta actividad.

La cena de Navidad es parte importante de la celebración, principalmente porque es una ocasión para el encuentro de toda la familia. En casi todos los países que la celebran se acostumbra que cada miembro de la familia, aun los pequeños, participen en su preparación.

La tradición de dar regalos en Navidad no es muy antigua en nuestro país. Anteriormente, sólo el 6 de enero se les daba regalos a los niños, en recuerdo de los Reyes Magos de Arabia, que les llevaron sus presentes al Niño Dios.

Es importante lograr que el regalarse mutuamente no sea el centro de la celebración, también hay que cuidar que los regalos no desequilibren el presupuesto familiar y que a los niños se les enseñe que no tienen que tener todo lo que vean en los anuncios. Los regalos pueden brindar la oportunidad de hacerlo con nuestras manos, un tejido, un dibujo, una composición, un postre.

Además de preparar el nacimiento, el árbol, la cena y los regalos, el momento que vivimos nos obliga a pensar en todos los que no tienen posibilidades de celebrar estas fiestas. Hay muchas familias que carecen de lo indispensable, pues su comida es muy escasa; hay enfermos que no tienen recursos para atenderse; niños que no tienen juguetes, adolescentes que quisieran tener una playera, un sweater, un pantalón o una falda.

Agrega un proyecto de ayuda a los preparativos de tu Navidad, que localice a esas familias o a esas personas que no tienen posibilidades de pensar con alegría en que ya viene la Navidad. ¿Qué podemos hacer para llevar esa alegría? Reducir algunos de los gastos personales de regalos o de la cena y conseguir ayuda más amplia. Entre todos, se puede hacer una rifa para lograr que más familias disfruten la alegría de la venida del Redentor.

Nuestra alegría navideña no podrá ser completa sabiendo que hay personas que no sólo no disfrutan, sino que están sufriendo carencias. Si las ayudamos podremos decir realmente FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.AF


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