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EL COMPROMISO DE SER MAESTRO


“Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”

John Ruskin

“El verdadero maestro no es depósito de conocimientos estancados, no es el muro impenetrable y macizo

que retienen las aguas en la represa, sino el vertidor en demasías de lo que en su alma es plenitud” Juan José Arreola

Se inicia mayo, por muchos años dedicado a la Virgen María. Para quienes nacimos en la primera mitad del Siglo XX, este tiempo se vestía de blanco, pues era costumbre que los niños fueran a ofrecer flores en las tardes de catecismo a la parroquia más cercana.

También en esta época, el día diez, se festeja a las madres, recono- ciendo su amor incondicional, su ternura y su dedicación para hacer de la familia constituida un escudo que proteja a sus miembros de las amenazas que vive la sociedad hoy.

El quince se festeja a quienes han dedicado su vida al ejercicio del magisterio; hombres y mujeres que decidieron consagrar su existen- cia para acompañar al otro en su proceso de aprendizaje. Sin em- bargo, nunca como ahora esta profesión tan noble se ha demeritado; una nube de desprestigio cae sobre los docentes y los cubre de des- crédito devaluando su labor.

Sin embargo, la situación actual urge de maestros, de buenos maestros. Los centros en los que se preparan están cada vez más lejos de cumplir con su cometido. La Educación Normal, encargada de su formación está politizada, las nor- males particulares, se cierran ante la falta de matrícula y por las exigencias, muchas veces arbitrarias, de las autoridades que las regulan.

Se ha tratado de investigar cuáles son las raíces de esta situación paradójica; para resolver esta carencia de profesionales de la educación hoy, basta que se tenga un título universitario para poder ser maestro. Ya no se considera indispensable prepararse pedagógicamente para esta profesión. La tecnología se ha convertido en una importantísima fuente de informa

ción, proporciona datos detallados de todos y de todo al momento. In- formación pura, aunque valiosa no es suficiente para educar integral- mente a una persona.

Karl Menniger dice” Lo que es el maestro es más importante que lo que enseña”. Si así es ¿qué lo con- forma?

El magisterio es una vocación, ésta es un llamado a una misión que se realiza de manera consciente y vo- luntaria, por lo tanto, va mucho más allá de practicar un oficio o ejercer una profesión. ¿Qué la hace especial y exigente? ¿El cumplimiento de un compromiso existencial?

Ser maestro es más que un obstáculo a vencer, es una apuesta a lo que trasciende, a lo que edifica; el Papa Francisco en su mensaje a los docentes los ha comparado con el sol, porque irradian luz y calor a los educandos. Hay quienes aseguran que es un acto de amor hacia los semejantes, para otros es la concreción de la entrega incondicional.

Clive S. Lewis señala: “La tarea del educador moderno no es podar las

selvas, sino regar los desiertos”; dicho de otra forma: el maestro no sólo disminuirá el uso indiscriminado de los aparatos electrónicos, la falta de educación ecológica, la intolerancia, la incomunicación, la apatía, el escepticismo, la promiscuidad, la indiferencia... sino que hará florecer los valores (como la racionalidad) para poder considerar los avances tecnológicos como una herramienta eficaz, que no suprima ni disminuya el bien co- mún como centro de la actividad humana; abonará en la conciencia colectiva el respeto a la naturaleza, que exige un cambio de actitud, no sólo para la explotación de sus pro- ductos, sino que se extienda para el cuidado de los animales y del planeta. Fertilizará las relaciones interpersonales, para aceptar las diferencias en todos los sentidos. Removerá los esquemas de comunicación, para que siendo reales y verdaderos cumplan su función primordial al permitir la trasmisión de ideas y sentimientos que favorezcan la convivencia. Mantendrá fresco el entusiasmo, para contrarrestar el desinterés, que quita la alegría y la oportunidad de disfrutar la vida. Creará represas que inunden de fe en Dios los corazones desconsolados, para que renazca la esperanza, como árbol cuya sombra proteja de la incertidumbre y el desasosiego; Seleccionará las mejores semillas de responsa- bilidad y pudor, las sembrará con mucho cuidado, para que al crecer sus frutos se conviertan en actos de amor y caridad hacia los demás y hacía sí mismos. Vigilará en todo momento que no queden espacios vacíos, que se formen grupos y que juntos construyan un conjunto armónico que destierre la soledad y el desapego.

Se requiere mucho coraje para ser educador, porque se tiene como ejemplo al Maestro por excelencia: Jesús.

La meta es ambiciosa porque está puesta en un ideal y los ideales no se alcanzan, se siguen, son absorbentes, lo quieren todo y lo quieren siempre; no se conforman con pro- pósitos, con buenas intenciones, demandan voluntad, acción y absoluta entrega. Abren caminos y posibilidades, dan sentido a la vida, hacen factible la felicidad en grupo.

Si se quiere ser maestro, la recompensa será la seguridad de que no caminará solo. Antes y después han existido hombres y mujeres comprometidos: filósofos, sacerdotes, pedagogos, científicos, gran- des pensadores, artistas, cuyas huellas quedaron marcadas en sus alumnos y guían a todo aquel que no ha perdido la esperanza en un futuro mejor.

Si lo anterior es posible y se alcanza:

¡Felicidades queridos maestros!

El 15 de mayo celebramos a las maestras y a los maestros: ¡Felicidades! AF


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