EL PASO DE DIOS
La religión es lo más importante de la vida,
y sólo a la luz de la religión se entienden las cosas».
(T.S. Eliot)1
Si tuviera que partir esta noche…
“Si tuviera que partir esta noche y se me preguntara qué es lo que más me conmueve en este mundo, diría quizá que es el paso de Dios por el corazón de los hombres. Todo se pierde en el amor y, aunque sea verdad que seremos juzgados según el amor, es igualmente indudable que seremos juzgados por el amor, que no es otro sino Dios.
Julien Green (Diario, V)
Con estas bellas palabras expresaba Julien Green (1900 –1998) en su Diario lo que él percibía como “el paso de Dios” en el alma humana.
Son muchas las vivencias que un ser humano recoge en su memoria a lo largo de su existencia y Green pudo juntar varias, pues murió 97 años hasta que su vida se apagó en París, Francia. Así, “el paso de Dios por el corazón de los hombres” fue siempre para él la más bella de las experiencias humanas.
Admiras un atardecer hermoso a la orilla del mar, o una noche tachonada de estrellas desde lo alto de una montaña; la nieve cayendo en invierno mientras reviste de blanco el panorama; o una lluvia recia acompañada de ventisca y que hace bailar a los árboles con su furia en medio de truenos terribles… escuchas la Novena Sinfonía de Beethoven con los ojos cerrados sintiendo cada golpe de nota en tu piel o lees pausadamente las poesías de Amado Nervo… ni todo esto junto era más bello para Green que el paso de Dios en el alma humana.
Dios, el Siempre Presente
Dios siempre actúa, siempre habla… es el Siempre Presente; lo está en todo momento, aunque a veces de manera sutil. Dios pasa por nuestras vidas a todas horas y en todo lugar, desde la situación más sublime hasta la más banal.
Como le sucedió a Sara, que sufría para llegar a su trabajo a causa del tráfico, invocaba a Dios y a pesar de ello llegó tarde y se llevó una reprimenda, pero entendió que había muchas otras cosas por las cuales ser feliz y dar gracias: su marido, su pequeña hija de tres años, su salud… ¡su vida! En su caso, el paso de Dios por su corazón se manifestó mediante una comprensión más amplia de la realidad para no echar a perder su día por los inconvenientes cotidianos (ni siquiera por aquellos que tienen lugar al inicio de la jornada).
O como le ocurrió a Ramiro, quien se quedó sin trabajo y se sintió inseguro, con miedo y angustia por el futuro, pero al mismo tiempo se vio abrazado y querido por su familia y ello le hizo comprender que, incluso en situaciones desesperadas, uno no está del todo solo; para Ramiro, el paso de Dios por su corazón se manifestó a través del amor de los suyos en medio de la zozobra.
Ese paso de Dios representa la experiencia fundamental de los personajes bíblicos y se presenta precisamente como “presencia”. Por un llamado de Dios Abraham salió de Ur de Caldea para viajar a la tierra de Canaán; por indicaciones de Dios, Moisés liberó a Israel de la esclavitud en Egipto; por un ardiente deseo de seguir a Dios, Isaías exclamó “heme aquí, yo iré, envíame a mí”2. Precisamente Yahvé dijo a Gedeón como respuesta a sus plegarias: “¡Yo estoy contigo!”3 Y podríamos dar ejemplos en gran número. Como dice Ignacio Larrrañaga:
«La melodía que recorre la Biblia desde la primera hasta la última página es ésta: “No tengas miedo, yo estoy contigo”»4.
Compete a cada quien ir descubriendo cómo se manifiesta y se hace presente Dios con su paso por nuestras almas. Quién sabe, puede ser que descubramos, como lo hizo Julien Green la experiencia más bella de nuestras vidas.
1 Thomas Stearns Eliot, poeta estadounidense-británico (1888-1965) frase citada por Joseph Pierce en Escritores Conversos. Palabra, Madrid 2006. P. 334
2 Isaías 6,8: Y oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré, y quién irá en nuestro lugar?” Entonces respondí: “Heme aquí; envíame a mí”.
3 Jueces 6, 13-16: Gedeón le dijo al profeta: «Perdona, señor, pero si Yahvé está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos contaron nuestros padres, cuando nos decían: Yahvé nos hizo subir de Egipto? Lo que es ahora, Yahvé nos ha dejado caer y nos ha entregado en las manos de Madián». Entonces Yahvé se volvió hacia él y le dijo: «¡Anda! ¡Tú eres capaz de librar a Israel de la mano de Madián: yo soy quien te envía!». Pero él respondió: «Disculpa, señor, pero ¿cómo salvaré a Israel? Pues mi clan es el más pequeño de la tribu de Manasés y yo soy el más chico en la familia de mi padre». Yahvé le dijo: «Yo estaré contigo y tú derrotarás a Madián como un solo hombre».
4 Ignacio Larrañaga. El Silencio de María. Paulinas, Santiago de Chile 197813. P. 209