CUANDO EL DESCANSO AGOTA
- Carlos A. Calatayud Brito
- hace 6 días
- 3 Min. de lectura
Y acabó Dios en el día séptimo la obra que había hecho,
y descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho
(Génesis 2,2)
En el Génesis, el descanso se nos muestra como algo sagrado, algo que Dios mismo elige para sí… Jesús mismo nos habla del descanso, que consistiría en estar siempre con Él: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mt 11,28).
Ahora que, en este mes, entramos en un período vacacional importante, es necesario hablar del descanso. Durante años hemos pensado que las vacaciones son sinónimo de descanso absoluto; pero ocurre una situación contrastante sobre la que no siempre se habla: muchas personas regresan de esos “días libres” más cansadas que cuando se fueron. El anhelo de paz y recuperación se topa con un hecho muy humano, que cuando cambiamos nuestras rutinas, también desacomodamos a nuestro cuerpo y mente.
VACACIONES: DESCANSAR DEL DESCANSO
Las vacaciones son el momento esperado para “desconectarse” y relajarse. Pero, paradójicamente, a veces ocurre que ese cambio genera fatiga. Hay quienes se desvelan más, alteran sus horarios de sueño, comen en horarios irregulares o realizan actividades físicas que no hacen habitualmente. Y quienes viajan deben sumar el estrés de traslados, tráfico, aeropuertos, maletas, hospedajes… incluso el simple hecho de estar en otro entorno ya representa un esfuerzo de adaptación.
Cada año, miles de personas regresan de las vacaciones con más cansancio que al salir. Los cambios de horario y de rutina, pueden provocar somnolencia prolongada, sensación de fatiga y desajustes en el sueño que duran varios días.
Según crecemos en edad, los desajustes físicos se sienten con más intensidad. El cuerpo tarda más en adaptarse a nuevos horarios y ambientes. Un simple viaje de pocas horas puede implicar varios días de recuperación. Además, dejar de lado las rutinas de ejercicio o de alimentación puede pasar factura y por ello podemos experimentar bajones anímicos tras periodos de descanso mal organizados.
En términos psicológicos, también ocurre un fenómeno conocido: al frenar el ritmo laboral o cotidiano, el cuerpo “suelta” tensiones que había estado conteniendo. Ese momento de relajación, en lugar de traer alivio inmediato, libera cansancio acumulado.
A esto se suma un aspecto muchas veces olvidado: el descanso también tiene límites emocionales. En un mundo que nos empuja al activismo, hay quienes sienten culpa por “no hacer nada” o por tomarse un tiempo de quietud. Pero aprender a estar en silencio, sin obligaciones ni agendas, es parte legítima del descanso. Reconocer estos límites —tanto físicos como emocionales— ayuda a vivir las vacaciones con mayor libertad interior.
CÓMO DESCANSAR… DE VERDAD
Descansar no es sólo no hacer nada. Para que unas vacaciones realmente renueven fuerzas, especialmente en las personas adultas, conviene tomar decisiones prácticas y realistas:
1. Mantener horarios básicos: no dormir demasiado tarde, comer a horas regulares y conservar pequeñas rutinas da al cuerpo una sensación de equilibrio.
2. Evitar sobrecargar la agenda: no hay que hacer “todo lo que no se hizo en el año”. Un par de actividades agradables al día bastan.
3. Viajar con mesura: los viajes largos o con muchos cambios de hora pueden ser más pesados de lo que parecen. Si se viaja, conviene prever días de adaptación antes de retomar actividades.
4. Escuchar al cuerpo y al corazón: si se siente fatiga, no forzarla. Y si surge la necesidad de silencio o reposo emocional, aceptarla sin culpa.
5. Preparar el regreso con calma: volver de viaje unos días antes de retomar la rutina o de volver al trabajo permite recuperar energía.
EL DESCANSO QUE DA PAZ
La fe cristiana siempre ha valorado el descanso como algo más profundo que un simple “recreo”. San Agustín de Hipona escribió: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».Esta frase recuerda que el verdadero reposo no depende solo del lugar ni de las actividades, sino de dónde se posa el corazón.
Dedicar tiempo durante las vacaciones a la oración tranquila, a un paseo en silencio, a conversar sin prisa con los seres queridos o simplemente a mirar la creación con gratitud, puede ser más reparador que cualquier viaje exótico, pues Dios se encuentra en todas partes, sobre todo el propio corazón.
Antes de planificar las próximas vacaciones, conviene recordar que no se trata de “huir de todo”, sino de reencontrarse con uno mismo y con Dios. Así, el descanso será completo: físico, mental, emocional y espiritual.
Para Reflexionar:
● ¿Qué cambios podrías hacer en tus próximas vacaciones para que te devuelvan energía en lugar de agotártela?
● ¿Estás dejando que Dios también sea parte de tu descanso?


























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