¡NO TIENE MADRE!
“Hay personas que no son buenas
porque no han recibido
ni un poco de amor”
Papa Pio XII
Un insulto muy serio es decir de una persona que “no tiene madre”; la calificamos así por sus actitudes groseras, su falta de honradez, cinismo, violencia, etc. y asumimos que su madre estuvo ausente y no hubo quien le brindara ternura, comprensión, educación y, sobre todo, amor. La sabiduría popular, que usa estas frases, reconoce el valor y la misión de una madre o de una mujer que asume esa responsabilidad con la niña o el niño que Dios le ha confiado.
Algunos jóvenes que se vinculan a la delincuencia organizada, o se fugan en las drogas e incluso algunos que se suicidan es porque han sufrido abandono, indiferencia, violencia en sus hogares donde la madre no los ve y no los reconoce como seres humanos necesitados de acompañamiento, buena alimentación, disciplina y, sobre todo, de formación en valores y una buena educación escolar.
En el mes de mayo celebramos en México, el día de las madres. Generalmente es un día dedicado por los hijos, los nietos y los esposos para reunirse y festejar a la madre, a la tía, a la abuela, a la maestra y, ahora que hay un reconocimiento público, también a la nana; en fin, a toda mujer que ha acogido a la niñez con amor y ternura, pues ellas han colaborado para que los niños crezcan y se desarrollen plenamente.
Sin embargo, la maternidad es una tarea muy difícil, de tiempo completo y en muchos momentos se sufre lo indecible por el bienestar de los hijos. Hay que pensar cuánto sufre una madre con un hijo paralítico, que tiene un hijo lejos en otro país, que no tiene para alimentar a sus hijos, o que se encuentra en situación de calle. Hay que preguntar a las madres abandonadas por sus maridos, a las madres solteras, a las que tienen un hijo en la cárcel o un hijo esclavo de las drogas. Todas las madres hemos sufrido y sufrimos por nuestros hijos, aunque ya sean mayores; no podemos desentendernos de ellos, nos preocupa su salud, su futuro, sus hijos (los nietos), su felicidad en el matrimonio o en el trabajo, su fe y su unión con Cristo que es Camino, Verdad y Vida.
Podemos observar que cada vez más mujeres jóvenes, se niegan a formar una familia tradicional, la cual conlleva la responsabilidad de la maternidad y la crianza de los hijos, y asumir el compromiso adquirido voluntariamente en el Sacramento del Matrimonio; en no pocas ocasiones, prefieren vivir en unión libre.
Valorar la maternidad en nuestro tiempo
Estamos viviendo un cambio de época y sus consecuencias son: la ambigüedad y confusión; las instituciones como la familia se van debilitando y no hay una moral clara. En esta época de transición, hay que fortalecer a la familia, y eso significa comprender la relación de complementariedad y reciprocidad entre la mujer y el varón en el seno familiar, relación que es, sobre todo, de amor.
Necesitamos hacer una invitación a todas las mujeres y los hombres conscientes para comprometernos en lo siguiente:
Valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no significa que la mujer se quede trabajando sólo en su casa, sino que también tenga oportunidad de aportar su “genio femenino” en la sociedad.
Valorar el trabajo de la esposa, especialmente en el hogar y su presencia insustituible en la educación de los hijos y en la transmisión de la fe.
Promover la formación integral de las niñas y las jóvenes para que descubran su dignidad y misión. Desarrollar la capacidad natural que tienen para crear relaciones, construir la comunidad y vivir los valores de la misericordia, la ternura y el cuidado de la vida.
Crear espacios de formación en la Iglesia para que mujeres capacitadas formen a otras mujeres sobre su identidad y vocación.
Promover la formación de los varones para que descubran su identidad y misión.
Sensibilizar a la sociedad sobre el valor del tiempo socialmente necesario para el cuidado de la familia y el hogar y sobre la necesidad de que estas tareas se distribuyan equitativamente entre todos los integrantes del hogar.
Promover el acceso a la formación profesional de las mujeres y el derecho a la superación permanente de la mujer, madre y esposa.
Reclamar al Estado condiciones favorables para asegurar el ejercicio de la maternidad y de la crianza, y sensibilizar a la sociedad sobre su corresponsabilidad en la protección de tal ejercicio.
El reconocimiento y la gratitud de las hijas y de los hijos para con su madre no son siempre virtudes muy practicadas por ellos. Algunos sólo se fijan en lo que no recibieron y no en todo el amor que se les brindó. Las madres no necesitamos que se reconozca nuestra entrega y amor, sino tener la firme convicción de que hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance y aún lo imposible por brindar a nuestros hijos, alumnos, sobrinos lo necesario para vivir, madurar y, sobre todo, reconocerse amados por Dios que nos dio la vida y enfrentar sus desafíos con valentía y esperanza.
María la madre de Jesús, vivió su maternidad con valentía, entrega y, sobre todo, amor. Con fidelidad y fortaleza estuvo al pie de la Cruz. Presentemos a María como modelo de escucha de la voluntad de Dios, discípula de Cristo.
Es muy difícil ser madre; entendemos la maternidad no solo la física de procrear hijos, sino también la espiritual de comunicar vida a los demás. Agradecemos al Señor porque imprimió en nuestra naturaleza la posibilidad de acoger la vida, protegerla y colaborar para que nuestros hijos descubran el maravilloso regalo que Dios les dio y vivan plenamente.
Felicidades a todas las madres, abuelas, maestras, nanas, enfermeras, religiosas, etc. que con sus actitudes comunican vida a las personas que Dios puso en su camino.
Para reflexionar.
Descubre en tu comunidad a una mujer que se destaque por ser una buena madre, maestra, etc.
¿Aceptas con generosidad cumplir con tu misión de madre, maestra, religiosa?