LAS MARCHAS FEMINISTAS
LAS MARCHAS FEMINISTAS
“Aunque mi fe fuera tan grande como para trasladar montañas,
si no tengo amor, nada soy” (I Cor, 2).
El compromiso con las mujeres para que cada una de ellas se valore, se ame, se supere durante toda su vida y sepa levantar la voz cuando sea discriminada por ser mujer, ser pobre, ser indígena o ser afroamericana, o cuando se le niegue la oportunidad de superarse, me llevó a seguir con atención las marchas feministas en la Ciudad de México y en varios estados de la República.
Para asombro nuestro, en una de las marchas en la Ciudad de México se convocó y asistieron más o menos 3000 mujeres y alrededor de 30 de ellas portaban capuchas y estaban armadas con martillos, mazos, gasolina y palos con los que causaron destrozos a varias estaciones del Metrobús y dañaron también principalmente monumentos históricos, como el Ángel de la Independencia, el Hemiciclo a Juárez y el monumento a Cuauhtémoc. Su grito era “Somos malas y podemos ser peores”.
Estas mujeres, muy pocas entre la gran mayoría, planearon desahogar así todo lo que habían sufrido y vivido, pero principalmente denunciar el aumento de los feminicidios y la impunidad y exigir encontrar y castigar a los asesinos. El objetivo de una de las marchas era “Luchar contra la impunidad que se vive en el país ante la violación a sus derechos”. El modo que usaron fue la vandalización de comercios y monumentos, el incendio de la sede capitalina de la policía, así como agresiones y lesiones a ciudadanos, periodistas y uniformados.
Denunciar los feminicidios, la violencia y la inseguridad no se logra con violencia
Cuando celebramos en el mundo entero el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, es indispensable valorar nuestra dignidad femenina. El mundo actual reclama la presencia y la acción de la mujer que ayude, junto con el hombre, a construir un mundo más humano y justo.
El sentimiento de amor a la humanidad es el genio propio de toda mujer. Capacidad para dialogar, llegar a acuerdos, construir la paz, vivir la justicia, ser solidaria con los necesitados, ser prudente, ser paciente, son algunas de las cualidades naturales de la mujer que comunica vida a su alrededor. Estas cualidades naturales no se desarrollan sin voluntad, oración, disciplina y paciencia. Por lo tanto, es indispensable también que el hombre valore y comprenda la misión de la mujer.
Para la mujer, que de manera natural tiende a acoger y proteger la vida, el amor es una cuestión esencial, y las mujeres creyentes encuentran en el amor a Dios la fuerza para amar a los demás. No hay amor a Dios que excluya a los demás. Sin el amor presente en el mundo, el mundo sería un lugar de desolación y abandono. La mujer que da amor ejerce, por lo tanto, un poder y una fuerza que transforma y mejora todo lo que la rodea.
El hombre necesita de la mujer para amar, para comprender, para que su vida tenga sentido, salga de la soledad y de su egoísmo. La mayor discriminación de la mujer consiste en negar la dignidad que ella recibió del Creador, es decir, eliminar la huella de su identidad. Esta discriminación limita a la mujer a lo temporal, a lo material. Considerar que la mujer es sólo bella y objeto de placer la encajona en una trampa donde no puede realizarse plenamente y cuando llega la vejez y se acaba la juventud hay una profunda sensación de fracaso.
Hace poco leí una buena metáfora que ilustra todo esto: Una mujer caminaba en la cocina de su casa con una taza de café, pero se tropezó y el café se derramó. ¿Sabes por qué se derramó el café? Algunas personas contestarán “porque no vio el obstáculo”, otras “porque tenía mucha prisa”, otras “porque le temblaba el pulso”, etc. Leí esta metáfora y la respuesta correcta es “porque había café en la taza”, si hubiera habido atole o jugo, eso es lo que se hubiera derramado. Cuando tenemos un tropiezo en la vida vertimos al exterior lo que realmente guardamos en nuestro interior, que puede ser: frustración, amargura, venganza, crueldad o amor en sus diferentes manifestaciones: ternura, compasión, solidaridad y compromiso.
Frente a la difícil y compleja situación mundial y en todo México que vivimos las mujeres, al encontrar un obstáculo derramaremos el amor que tenemos en nuestro interior o la agresión y violencia acumuladas.
Las mujeres unidas por una causa justa se necesitan unas a otras para dar un mensaje claro y fuerte: no más discriminación, no más feminicidios, no más violencia, pero la forma, el modo de buscar su objetivo debe ser respetando su naturaleza y no violentando a todos y a sí mismas para asumir las actitudes de crueldad, dureza y agresión que practican algunos hombres, actitudes que tanto criticamos y rechazamos.
La marcha feminista mostró el lado más crudo y lastimado de muchas mujeres que sufren; aunque sólo unas cuántas cometieron actos vandálicos, me pregunto por qué las que las seguían no las detuvieron. Existe también la presencia de las mujeres conscientes de su dignidad que igual han marchado en otras ocasiones y que son testimonio comprometido en todas las áreas para construir una sociedad más justa e igualitaria. Estas mujeres han destacado en la familia, en la educación, en la ciencia, en el arte, en la Iglesia, en la salud, etc.
El día de la mujer es para recordarnos que la fuerza que mueve al mundo debe ser el amor, porque solo de esta manera ayudamos a construir un mundo más igualitario y fraterno entre nosotros. ¡Feliz día de la mujer y recibe un abrazo con mucho cariño!
Preguntas para reflexionar:
¿Te interesas por los problemas de las mujeres de tu comunidad?
¿Formas parte de algún grupo que trabaja en favor de las más necesitadas?
mariaeu.diaz@gmail.com
Pedagoga y Expresidenta General de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas