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EL GRAN REGALO DE LA PASCUA



El gran regalo de la Pascua es la esperanza,

esperanza cristiana que nos hace

tener esa confianza en Dios,

en su triunfo final, en su bondad y amor

que nada puede quebrantar.

Basil Hume


Se inicia abril, mes de las flores, de los niños y de la festividad de la Pascua, la celebración más importante de la Iglesia Católica. Justo en los primeros cuatro meses pasados, la Pascua cobra su significado pleno. La Resurrección de Jesús es el acto más amoroso de entrega, para salvar al ser humano y concederle así la Gracia para disfrutar la vida y prepararse para la eternidad.


La muerte y resurrección del Hijo de Dios, nuestro Salvador, viene a imponer otro orden en la comunidad: ésta ha de agruparse, teniendo como medio de cohesión el amor al prójimo, para así manifestar el amor a Dios. Han pasado muchos siglos sin que ese mandato haya sido escuchado y seguido; la Historia de la Salvación da cuenta de las vidas consumidas en el intento por crear condiciones de mayor equidad entre las personas.


Ha pasado la Cuaresma, como periodo de preparación para la Semana Santa. En este tiempo, hemos llevado a cabo un minucioso examen de conciencia en el que identificamos nuestras debilidades, prometiéndonos actuar siguiendo los Textos Bíblicos, los mensajes de los sacerdotes y, de manera especial, las palabras del Papa Francisco.


Si, entender bien el Misterio de la Resurrección implica aceptar que para vivir una vida nueva necesitamos fenecer, no como Cristo en la cruz, sino morir a todo aquello que nos ata, que nos aleja de la misión para la que fuimos creados. Este renacimiento supone desprenderse de la vestidura de banalidad y egoísmo con la que nos acorazamos. Implica permitir que una nueva piel remplace la anterior; una piel de tal calidad que sea capaz de resistir los azotes con los que a veces nos enfrentamos, recordándonos fehacientemente que no estamos solos, que somos parte de un Plan Divino.


Así entendida la Pascua, como la oportunidad de renacer, de reiniciar el camino con otra expectativa llena de confianza, podremos entender lo afortunados que somos, porque hemos puesto nuestro existir en las manos de Dios. De Él sólo vienen cosas buenas que nos conducen en este sinuoso camino al Reino que ha sido anunciado para nosotros.


Cuánta razón esconden las palabras del Cardenal Basil mencionadas al inicio de este artículo. La Pascua es un gran regalo; disfrutémoslo haciendo honor a este presente que cada año nos concede el Señor. Llenemos nuestro corazón de esperanza, de luz y de alegría, seguros de que su amor por nosotros es inquebrantable


Quienes han sido capaces de profundizar en su fe, saben que lo que sucede tiene una causa, un propósito; por lo mismo, nada se debe temer, ni siquiera la soledad, la enfermedad o la muerte. Nuestro final nos llevará al feliz encuentro con el Creador. Así, lo expresa Santa Teresa de Jesús en uno de sus poemas: Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.


Caminemos con paso firme por este sendero por el que Dios nos hace transitar, tomados férreamente de su protectora mano y confiados en que Él con nosotros siempre está.


PARA REFLEXIONAR:


· ¿Estás preparado para que la Pascua te convierta en un nuevo ser humano?

· ¿Serás capaz de estrenar un nuevo vestido con el que te identifiquen?

· ¿Cómo describirías ese nuevo vestido?



UN EJEMPLO DE VIDA:

Siempre nos sorprende la vida de quienes se dedican a servir al prójimo. Un claro ejemplo del llamado de Dios a uno sus hijos es el de George Basil Hume (1923-1999), un monje benedictino, Cardenal inglés, Arzobispo de Westminster y Presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales desde 1979. Su manera de conducirse le valió el reconocimiento de su comunidad; esto se manifestó rotundamente al erigirle una estatua en su natal Newcastle, la cual fue develada por la Reina Isabel II, sin importar que ella sea anglicana. Cuando el mérito de alguien es auténtico, resalta por sí mismo.


Son curiosos los datos de su biografía: nace en Inglaterra; su madre, una francesa católica, Elizabeth Tisseyre y su padre, un cardiólogo protestante, Sir William Hume. Se ordena sacerdote en 1950. Durante su trayectoria como religioso, ocupa cargos importantes; su presencia en la sociedad inglesa, en su mayoría protestante, es destacada. Participa en reuniones ecuménicas en donde defiende la postura de la Iglesia Católica de manera contundente.


La vocación sacerdotal, como otras vocaciones, reclama de quienes la siguen: valor y tenacidad; más aún, entrega total y desinteresada en beneficio del bien común. El padre Basil no es la excepción; su ejemplo de congruencia es digno de imitar.



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