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LA ALEGRÍA DE VIVIR

De los que son como niños es el Reino de los Cielos.

(Mt 19,4)




En este mes de abril tenemos varias celebraciones, como el Día del Niño y la Semana Santa que nos lleva a la alegría de la resurrección.


Aprovechando estos acontecimientos reflexionemos sobre una emoción que se da de manera natural en los niños. Me refiero a la emoción de la alegría.


¿Y por qué se da o debería dar de manera natural en los niños?


Por un lado, cuando los niños son pequeños aún no tienen la capacidad de razonar, por lo que ante cualquier tipo de experiencia o vivencia más que pensar sobre lo que les pasa, ellos “sienten lo que les pasa”. Por otro lado, todo niño requiere de un ambiente de amor y seguridad, que cubra sus necesidades para poder desarrollarse adecuadamente. Por lo tanto, cuando un niño vive así (que debería ser lo normal para ellos), lo que sentirá de manera natural será alegría.


¿Y cómo reconocemos un niño alegre? Para ello podemos apoyarnos en la definición y origen de la palabra “alegría”.


De acuerdo con un diccionario etimológico, la palabra “alegría” viene del latín “alacer o alacris” que significa rápido, vivaz o animado. El diccionario de la Real Academia Española define la “alegría” como un sentimiento grato y vivo que experimentamos ante sucesos favorables, y que se manifiesta a través de signos exteriores. Cuando nos sentimos alegres se nota.


Un niño alegre es aquel que tiene energía vital para estudiar, para jugar, para hacer amigos, para defender lo que desea o necesita, se expresa con libertad, ríe mucho, platica entusiasmado sus vivencias, tiene ánimo para aprender y compartir, etc. En pocas palabras, disfruta de su vida.


Esto me hizo recordar la enseñanza que nos dejó Jesús en el Evangelio: “En verdad les digo que, si no se convierten y se hacen cómo niños, no entrarán en el Reino de los cielos” (Mt. 18,3).


Jesús nos está dando la clave para que aprovechemos nuestra vida y la vivamos con la alegría de los hijos de Dios que viven teniendo la certeza de que un día resucitaremos. Por lo tanto, es una indicación para que imitemos la alegría de los niños.


Ahora bien, es válido pensar que con la edad y los problemas normales que conlleva la vida, es más complicado sentir alegría. Sin embargo, podemos estar dejando de lado que vivir con alegría no significa tener una vida exenta de dificultades o incluso jamás experimentar algún tipo de malestar emocional.


La alegría, como cualquier otra emoción, podemos aprender a generarla y así sortear las dificultades o el malestar, para ello seguiremos el ejemplo de los niños que piensan menos y sienten más.


Recordemos que muchas veces lo que pensamos no siempre es útil, sobre todo cuando se trata de recuerdos del pasado o sobre situaciones futuras que aún no pasan y que no sabemos con certeza que pasarán, así como las imaginamos.


Estos pensamientos son inútiles porque no podemos hacer nada con ellos: ni con el recuerdo del pasado que no podemos cambiar, ni con el evento futuro que todavía no llega y que sólo está en mi imaginación.


Por otro lado, recordemos que todo pensamiento está asociado a emociones relacionadas con ellos. Por ejemplo, si me la paso dando vueltas a aquello que hice de una manera, pero que ahora pienso que pude haberlo hecho de otra, muy probablemente experimentaré culpa. Si este pensamiento es inútil (porque no puedo regresar al pasado para hacerlo de otra manera) también esa emoción es inútil.


Lo mismo pasa con mis pensamientos futuros. Por ejemplo, si pienso que no sé qué haría si en México volviera a temblar como pasó en Turquía, sería normal que experimente sentimientos de miedo, preocupación o incluso ansiedad. Pero, esas emociones que siento hoy son inútiles, porque tienen que ver con algo que sólo está en mi imaginación (pues no es seguro que suceda aquello).


Varios podrían objetarme diciendo, “pero Cristina, en México es común que tiemble, por lo que puede llegar a pasar en cualquier momento”. Estoy de acuerdo con el hecho de que en México tiembla mucho. Sin embargo, la realidad en este momento es que no está temblando. Entonces, ¿para qué preocuparnos de algo que no está pasando ahora? Cuando tiemble será momento de experimentar esas emociones y de ver qué hago.


Pero entonces, ¿a qué me refiero con sentir mucho? Me refiero a vivir como los niños en nuestro “aquí y ahora” con bienestar. Cuando éramos niños quienes nos procuraban un ambiente adecuado eran nuestros padres; ahora somos adultos, por lo que es responsabilidad nuestra procurarnos ese bienestar.


¿Y cómo podemos hacer esto? Podemos empezar procurándonos situaciones agradables que pueden ser el aprender a disfrutar cada comida, de la compañía de nuestros seres queridos, de la naturaleza, de nuestro trabajo etc. sin olvidar darnos aquello que necesitamos o queremos.


He conocido a gente que le cuesta trabajo disfrutar de un descanso porque no saben estar sin hacer algo. Todo ser humano, por más energía que tenga, necesita descansar para ayudar a su cuerpo a funcionar bien.


Para reflexionar:

• ¿Eres una persona alegre?, ¿sabes qué te hace sentir alegría y te lo permites?

• ¿Cómo ayudarías a otros a que vivan su vida más alegre, empezando por tu familia?


La autora es:

Licenciada en Psicología en Educación y Desarrollo con Maestría en Psicología Clínica y de la Salud.

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