LAS COSTURAS DE MI VIDA
LA VIDA COMO UN TALLER DE COSTURA
El tiempo es uno, es el hilo con el que puedo tejer la vida; ese hilo hay que cambiarlo a partir de lo que ocurre día a día y exige otra tonalidad, el hilo del tiempo, de ese tiempo que avanza o de ese hilo que lo conduce. Eso me lleva a ir contemplando mi obra por etapas y me propone modificar la puntada. A veces necesito el punto atrás para ir y venir y aprender, porque, en algún momento, solo tendré que ir. Cuando mi vida llegue a su final, podrá ofrecer, de una sola mirada, todo lo que habré cosido y unido, si no, día a día, sí, en el conjunto del tiempo en el que me he ido convirtiendo en costurera profesional.
Ahorita todavía está en proceso mi obra. A veces la extiendo para ver su resultado, reconociendo las horas que llevo cosiendo y descosiendo, agregando y, a veces, quitando retazos. Aún se percibe incompleta. Es el resultado de mis costuras temporales.
Durante la infancia aprendí a hacer diferentes puntadas, a ensayar bordados y combinaciones; no sentía la urgencia de verla terminada. Cuando la contemplaba, me daba el lujo de desbaratar, si el resultado no me era satisfactorio, al fin estaba en la etapa de aprender a hilar, a deshilar, a coser, a descoser, a remendar, a parchar. En cada revisión solo quedaba lo que me había gustado. Sí, el tiempo me ofrecía el lujo de ensayar el bordado y lo capto como un lujo cuando creo que ha llegado el momento de precisar el conjunto de la obra, a partir de la tela sobre la que voy trabajando.
La juventud me empezó a urgir la definición de colores para mi bordado, sobre esa tela construida en la infancia y que, sin darme cuenta, ya tenía cierta forma, cierto largo y algunos colores que fueron quedando. Era el momento de poner en juego la creatividad para elegir cómo me gustaría que quedara al final. Pronto me di cuenta de que había que descoser lo que no combinaba, y me surgió la pregunta ¿cómo le pongo un parche que no desentone? esta y otras preguntas surgieron en esa incipiente obra de juventud. No imaginaba lo que otras costuras, otros hilos con variedad de colores, tendría que ir agregando. La obra se estaba construyendo con nuevos entramados, con diferentes puntadas, con materiales desconocidos que poco a poco iba incorporando.
En eso estaba cuando descubrí trozos espectaculares: los hijos, cada uno como retazos con diferentes colores, con distintas texturas, pero conservando una calidad similar. Había que acomodarlos al centro, eran los trozos fundamentales de la obra total. Pronto me di cuenta de que había nuevos retazos, igual de bellos, pero totalmente diferentes, eran los nietos y también requerían un lugar especial.
Pasó el tiempo y fui descubriendo nuevos materiales, experiencias de vida, que también tenían que combinar; les apliqué el pespunte que las hiciera embonar. Pero ¡oh, sorpresa! al ver mi costura, algunos tramos se habían decolorado, otros presentaban rasgaduras y algunos más se estaban descosiendo, solo estaban hilvanados.
Para seguir la obra, había primero que reparar. Aquella juventud que creía que la obra quedaría tal como la había imaginado, quedaba muy atrás. Era tiempo de recomponer, de bordar para disimular el daño en la tela original; pero el bordado necesita calma, ir despacio, hacerlo con tal precisión, que no podía apresurarme; eso llevaría tiempo y volví a confrontarme con el hilo del tiempo porque, para continuar, antes había que modificar.
Era importante escuchar, en el silencio interior de mi costura, si había que apresurar o detenerse a mirar.
Y ahora la extiendo, la mido, veo los hilos que me quedan para completarla, para darle el toque final. Ya no me importa comprar materiales, quiero utilizar el acervo que me queda. Con lo que tengo, quiero darle forma al bordado que la pueda enmarcar, para darle el acabado que haga que se disimule algún error del interior.
Es el momento de visualizar el diseño final, pero todavía hay que seguir cosiendo, bordando y hasta remendar, antes de empezar a rematar. AF
Para reflexionar:
¿Visualizas tu vida como una hermosa obra de arte? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué?
¿En qué momentos de tu vida has sentido la presencia de Dios de maner
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