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EL ARTE DE ENVEJECER


El otoño es el símbolo de la edad madura, es el tiempo de la cosecha. Este tiempo indica la época de la recolección de una vida y la etapa de disfrutar los frutos producidos por ella. En esta estación los colores son más suaves que en el resto el año. La naturaleza nos dice que el que envejece de manera saludable se hace más suave, no sólo en sus juicios, sino en la totalidad de su ser. Se puede descubrir también que el arte de envejecer se refiere al desprendimiento; sucede de la misma manera en que los árboles se desprenden de sus hojas, las dejan caer en la tierra y se transforman en abono para que surja nueva vida.

La palabra envejecer no es un concepto estático, no es algo que se consuma de golpe y para siempre, es un movimiento constante. Envejecer es algo que se mueve en el ser humano; es un impulso que crece; es un hecho que significa dos cosas: la primera es que la persona ya ha cumplido cierta edad y se le nota que han disminuido sus fuerzas; pero el ser, el individuo presente, es el mismo que era antes.

La palabra viejo ha evolucionado del alemán: viene del verbo “alt” que significa “crecer”, levantar, alimentar. Se relaciona también con la palabra latina “altus” alto. Un árbol que se ha desarrollado es alto. La palabra viejo originalmente tiene un significado positivo, por eso en la antigüedad los ancianos eran tan respetados que el Senado Romano sólo podía estar formado por gente longeva.

En los pueblos antiguos, los viejos eran los sabios y los que ejercían la autoridad; en nuestra época, es completamente diferente: se ha desvalorizado la edad, se aprecia mucho más lo joven, lo juvenil, lo nuevo.

Si cada estación del año está llena de significado, cada etapa de la vida del ser humano tiene su propio y especial sentido. Cada persona tendrá que vivir con lo que tiene de específico: la juventud es un don; el envejecer es una tarea. El joven deberá descubrir su identidad y conquistar la vida; las personas de edad avanzada tendrán que seguir buscando medios positivos de crecimiento, de maduración y de desarrollo.

A

sí, el arte de envejecer consiste en escoger y conseguir el número exacto de objetivos posibles, en buscar los recursos internos y externos que sean adecuados para encontrar el equilibrio.

La tranquilidad se adquiere al saber que están dejando el ejemplo de su existencia. La vejez es la época de la serenidad, al ser el resultado de mucha experiencia con sus altas y sus bajas: ya se sabe cómo se vive la juventud, ya se cometieron errores y se aprendió de ellos, ya se tuvieron éxitos y fracasos, alegrías y tristezas. En esta etapa, además de tener toda la actividad posible para seguir creciendo interiormente y para ayudar a los demás, habrá que llenar la mente sólo con los recuerdos gratos, con las nuevas y viejas amistades. No se debe desperdiciar la última etapa de la vida en lamentar las pérdidas y llorar por lo que ya no se puede alcanzar.


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