LLAMADOS A SER LUZ
LLAMADOS A SER LUZ
4 DE OCTUBRE: FIESTA EN HONOR A SAN FRANCISCO DE ASÍS
La sencillez no busca la corteza sino
la médula; no el envoltorio sino
el contenido. No la cantidad, sino
la calidad y el sumo Bien verdadero.
(Papa Francisco)
Leyendo la biografía de San Francisco de Asís, me sorprendí al encontrar ciertos datos que justo en este tiempo se vuelven significativos. Mucho le debemos a este santo que vivió tiempos difíciles. Apenas con veinte años conoció la cárcel: las pugnas entre los habitantes de Perugia y Asís lo llevaron a permanecer un año en ella. La experiencia lo marcó y al salir percibió un cambio notable, tanto que renunció a la vida cómoda que tenía, ocasionando el enojo de su padre.
La inquietud despertada lo llevó a la Iglesia de San Damián, donde auxiliaba a los parroquianos que pedían limosna, de manera especial a los enfermos de lepra. Ahí permaneció hasta los veinticinco años que regresa a Asís. Su aspecto de pordiosero causa las burlas de los pobladores y el desprecio de su padre que, al verlo con vestiduras tan humildes, lo llevó a su casa para maltratarlo, sin entender la misión iniciada, que se reforzó más tarde cuando estuvo enfermo, incomprendido por quienes lo rodeaban.
Se instala en la Capilla Porciúncula, que la generosidad de los benedictinos le ceden y ahí continúa su labor. Algunos de sus contemporáneos relatan que al saludar siempre decía: que la paz del Señor sea contigo. Su obra se extiende, lo que lo obliga a redactar la Regla, conjunto de consejos evangélicos para sus discípulos que años más tarde autoriza el Papa Inocencio III.
Se define la misión de la Orden: Predicar la penitencia y la caridad fraterna, cuyo fundamento es la pobreza. Tuvo oportunidad de estar en Roma, en donde conoce a Santo Domingo. Prosigue su trabajo, no sin dificultades. Representa, por primera vez en la historia, el Nacimiento de Jesús dentro de una cueva; es el primero también en nombrar “hermanos” a las personas y a los animales; por estos últimos siente un gran respeto.
Ya mermada su salud, se retira al Monte Alvernia, construye una pequeña celda y ahí se lleva a cabo el milagro de los estigmas. Su santidad se manifiesta al curar a los enfermos y al llevar una vida ejemplar, dedicada al servicio a Dios y a sus hermanos. Muere el 3 de octubre de 1226. Sus restos reposan en la Iglesia de San Jorge en Asís, fue canonizado dos años después (1228).
Me llama la atención descubrir en la vida de San Francisco remedios útiles para superar los estragos de este largo proceso de la Pandemia. En primer lugar, no son estos tiempos los únicos difíciles que ha tenido que sufrir la humanidad; desde siempre nos hemos enfrentado a situaciones complicadas en donde se dan muestras de esperanza y fe a pesar de la adversidad.
Una de sus frases señala: “Lo que haces puede ser el único sermón que algunas personas escuchen hoy”; resaltando el valor de las acciones: pequeñas, humildes, aparentemente insignificantes, pero de gran trascendencia, nos invita a realizarlas para dar un rayo de luz a quienes han perdido a un ser querido o padecen por la falta de trabajo. Si profundizamos nos daremos cuenta de que mucho se puede hacer si nos lo proponemos.
¡Sigamos las enseñanzas de San Francisco!
Simplemente poniendo atención en la actitud con la que emprendemos nuestro día a día, vivir con sencillez, buscando la manera de aprovechar lo que esté a nuestro alcance; encontrar la alegría en los pequeños detalles, antes no percibidos por la prisa en la que vivíamos y ahora presentes; preguntar por la salud de familiares, amigos y vecinos; alegrarnos por la noticia de que alguien recupera la salud…
Darnos cuenta de que si bien hay cosas que no hacemos, hay otras que sí podemos llevar a cabo, porque hemos desempolvado habilidades olvidadas que hoy nos sirven para resolver problemas domésticos sencillos, sobre todo en este encierro obligado. Rezar, acercarnos a Dios en familia, juntos recuperar la costumbre de dedicar un espacio en donde se avive la fe y crezca la confianza; saber que no estamos solos, que existen otros en muchas partes del mundo que comparten la misma situación o aún más grave; que el poder de la oración es inmenso y tiene la virtud de hermanarnos.
Agradecer en todo momento, a pesar de estar cerca de la enfermedad o de la muerte; recordar que estamos en manos de Dios, que nos protege con su infinito amor y de María, nuestra Madre, que nos acompaña y a quien recurrimos siempre buscando su protección.
Es hora de seguir el ejemplo del santo varón de Asís que los artistas han mencionado en sus obras, como el poeta italiano Dante Alighieri y el nicaragüense Rubén Darío y como los pintores Zurbarán y el Greco, entre otros. Es importante destacar el legado heredado por el santo de Asís, que en estos momentos se vuelve vacuna eficaz no sólo contra el Covid-19, sino útil y eficaz para cualquier situación que nos lleve a la desesperanza: la congruencia de vida, explícita en otra de sus frases: “Mientras estás proclamando la paz con tus labios, ten cuidado de tenerla aún más plenamente en tu corazón”.
PARA REFLEXIONAR:
¿Qué acciones sencillas puedes realizar en tu comunidad para ayudar a tu prójimo?
EN RECUADRO:
“Predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras”. (San Francisco de Asís).