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TENER UNA VIDA PLENA


“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto

para ser puesto a prueba…” (Mt 4:1)

Las diversas celebraciones del año litúrgico nos permiten aprender enseñanzas para la vida directamente de las vivencias de Jesús. En la Cuaresma tenemos una oportunidad para practicar las virtudes conocidas como cardinales o morales, las cuales se llaman así porque equivalen a la bisagra de una puerta o una ventana que nos facilita el acceso a otras virtudes asociadas a estas.

La importancia de la práctica de las virtudes radica en que nos ayudan a vivir principios y valores que nos hacen ser mejores personas y mejores católicos, ya que una virtud es una cualidad estable. A diferencia de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) que son otorgadas por Dios, las virtudes cardinales son consideradas virtudes humanas y por ello pueden ser adquiridas a través del propio esfuerzo. Las cuatro virtudes cardinales son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. En esta ocasión, la virtud cardinal de la que aprenderemos es la templanza.

La templanza es una virtud que nos sirve para moderar la atracción hacia los placeres. El placer es la experiencia de una sensación o sentimiento positivo y agradable. Por lo tanto, el placer no es algo negativo, sino que ha sido puesto por Dios para que disfrutemos de manera equilibrada sus dones y de los bienes creados por Él. Por ejemplo, ¿quién no ha disfrutado el poderse sentar a descansar después de un arduo día de trabajo, o tomar un vaso fresco de agua cuando experimentamos mucha sed o simplemente gozar la compañía de nuestros seres queridos? Sin embargo, como cualquier exceso, el no ejercer un dominio sobre la búsqueda de experiencias placenteras nos puede llevar a caer en vicios o formas destructivas de vivir, como lo son el consumo de drogas, el mal uso de nuestra sexualidad, el caer en la obsesión por las compras, el consumismo, la ambición desmedida, etc.

En otras palabras, la templanza nos ayuda a ser dueños de nuestros actos por medio de la voluntad y así vivir una vida plena. El ejercitar nuestra voluntad nos permitirá mantener ordenadas las pasiones con el fin de alcanzar el fin para el cual hemos sido creados: la felicidad eterna. Quien no es dueño de sí mismo no puede ser feliz, porque será esclavo de sus instintos, lo que después de un tiempo lleva al hartazgo, al hastío, al aburrimiento y, finalmente, al sin sentido. Quien vive con templanza libremente puede escoger lo que le hará sentir pleno y feliz y dejar aquello que le perjudica.

Ahora bien, ¿cómo podemos ejercitar nuestra voluntad? La voluntad es como un músculo. Si ejercitamos cualquier músculo de nuestro cuerpo, éste se fortalece y nos permite tener mayor resistencia. De igual modo, cuando dejamos de ejercitar un músculo, nos volvemos débiles. Desde nuestro hogar, podemos practicar pequeñas cosas para ejercitar el músculo de la voluntad, que nos permitirá vivir con templanza. Una manera es aprendiendo a ofrecer pequeños sacrificios. Cuaresma es la época ideal en la que podemos escoger algún sacrificio. Sin embargo, también podemos ofrecer lo que la vida misma nos presenta, pues se trata de alcanzar la virtud, fortaleciendo la voluntad a través de hábitos (recordemos que para lograr un hábito necesitamos repetir la acción, por lo menos, entre 21 y 66 días seguidos para crear nuevas conexiones neuronales en nuestro cerebro). Veamos algunos ejemplos de cómo hacerlo:

  1. Estableciendo reglas en casa. Por ejemplo: enseñemos a nuestros hijos a que se tomen turnos para escoger lo que desean ver en la televisión, pongamos horarios para jugar y otros para hacer tarea; que se acostumbren a no retirarse de la mesa si no han llevado sus platos al fregadero; que tengan alguna responsabilidad en casa (como regar las plantas, cerrar y abrir las ventanas de casa, guardar los trastes secos…) etc.

  1. De manera constructiva, motivando a nuestros seres queridos a establecer objetivos y a que los alcancen. Por ejemplo: motivemos a nuestros hijos para que aprendan a tender su cama y recojan sus juguetes (o ropa); que una vez que se han sentado a hacer tarea, no se levanten hasta terminarla; que puedan ahorrar para comprar algo que deseen. Nosotros también podemos proponernos vivir una vida más sana aprendiendo a dejar lo que no nos ayuda (como el refresco, el cigarro, el pan en exceso); levantándonos temprano para hacer ejercicio o apagando la televisión para no desvelarnos innecesariamente, etc.

  1. Enseñar con el ejemplo ejercitando nuestra paciencia cuando estamos formados esperando en alguna fila; no contestemos a alguien que nos insulta e incluso podemos contar hasta diez para no gritarle a nuestros hijos y al esposo o esposa cuando ya hemos perdido la paciencia; venciendo la tentación de criticar a los demás o, incluso, aprendiendo a frenar una conversación donde se esté criticando a una persona, etc.

San Mateo en su evangelio nos recuerda que, llegado el momento, Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto donde fue tentado por el demonio y sabemos que Jesús venció. Así como Jesús, nosotros contamos con las virtudes para hacer frente a esas tentaciones o impulsos destructivos.

PARA REFLEXIONAR:

  • Después de leer esta información, ¿qué puedes hacer para inculcar la templanza en tu hogar?

  • ¿Qué puedes empezar a vivir tú para alcanzar esta virtud?

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